La agroindustria tiene futuro en Colombia, no es un pálpito, es una percepción objetiva.
Mirando los dos componentes de la palabra: agro-campo e industria, podemos centralizar un poco más nuestra atención. No se trata de cultivos de supervivencia o de costumbre, no se trata de sembrar y tal cual se cosecha, vender; el asunto está en el plus, en la visión, en el valor agregado, en la transformación que añadamos.
Anoche hablando con un amigo le decía: éste que fue un país netamente cafetero durante décadas, se estancó porque en términos generales se quedó en lo que todos los países productores hacen, ofrecer café pergamino, seco para las tostadoras.Los finqueros no actuaron con la proyección de que estaban montando una gran empresa y que era preciso administrarla y apuntar a nichos de mercado inexplorados.
La cantidad de tierra abandonada o subutilizada en muchas zonas de país es alarmante; la acaparación de grandes extensiones de terreno en manos de unos pocos, sea por las vías de hecho o por métodos legales, resulta gigantesca.
Aguardo con optimismo los días en que los productos orgánicos made in colombia inunden los mercados; espero con ansia tiempos mejores donde se produzcan alimentos dietéticos, bajos en azúcar o pensados en diabéticos, derivados lácteos fabricados para los intolerantes a la lactosa, aromáticas compuestas (mezcladas en proporciones inteligentes para dolencias específicas) de fácil uso, diferentes a las demás; una agricultura sostenible, fincada en los abonos orgánicos, el compost, las lombricultura y el cuidado del medio ambiente. ¿Cuando dejará de ser una utopía?
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