Antonio Nariño-historia-biografia

Recuerdo que lloré mientras leía los libros sobre Antonio Nariño que recomiendo al fin del artículo, sobre todo por sus últimos años. Me pareció triste la ingratitud de sus coterráneos. Por eso le escribo esta biografía, con profundo respeto y admiración.


Antonio Nariño nació el 9 de abril de 1765 –el mismo día que concluye en París la impresión de la Enciclopedia- en Santafé de Bogotá. Fueron sus padres, don Vicente Nariño y doña Catalina Álvarez. Era don Vicente Nariño un muy respetable caballero español natural de Santiago de Galicia, de posición acomodada y una biblioteca bien surtida.

Antonio Nariño, debido tal vez a su naturaleza débil y enfermiza[1] no asistió formalmente a los colegios que acostumbraba su medio social capitalino. El fue un impetuoso autodidacta que recibió algunas clases sueltas en el Real Mayor y en Colegio de San Carlos. El 16 de marzo de 1781, se levantaron los Comuneros en la provincia, inaugurando el patriotismo granadino. Antonio Nariño tenía ya casi 16 años. El Virrey Flórez se hallaba ausente de a capital. La Real audiencia hubo de tomar cartas en el asunto. Pero en Santafé no había más cuerpo armado que la guardia del Virrey conformada por 50 alabarderos, 200 fusiles y 500 medias lunas enastadas. Había que llamar a las armas a los residentes.


Se conforma un cuerpo expedicionario al mando del Oidor don José Osorio. Toda la nobleza, desde el Marqués de San Jorge en adelante, voluntariamente se enlistó para la defensa del sistema. Se constituye la Compañía de Caballeros Corazas y los Infantes del Regimiento. Antonio Nariño se incorpora al segundo regimiento de infantería con el rango de subteniente. 50 soldados quedaron en la capital para preservar el orden. Los demás salieron el 18 de abril, a cortar el camino a los comuneros. Por la vía militar fue imposible. Se debe recurrir a los ardides que sea menester para mantenerlos lejos. Vienen las capitulaciones.

El 6 de octubre de 1781 apresan a José Antonio Galán a quien ajustician en febrero del año siguiente. Unos días después Antonio Nariño renuncia a la subintendencia de milicias de Santafé. Dentro de las razones que se barajan para tal deserción van desde la delicada salud de Nariño hasta la posible reacción contra la crueldad desatada contra la gente del común en esas fechas.

Tenemos entonces a un mozalbete de 17 años pasando una adolescencia conflictiva. Por esta razón doña Catalina Alvarez de Casal, envía a Antonio Nariño a la villa de San Bartolomé de Honda a cambiar de aires. Parece que el asunto le funcionó porque en un par de años Nariño estaba preocupado ya del mundo de los negocios. Toma un lento champán que por el río Magdalena habrá de llevarlo hasta Cartagena de Indias, permanece allí por cerca de siete meses, canalizando toda esa romántica energía en el albur del comercio. Regresando de la Heroica, por mediación materna pide la mano de doña Magdalena Ortega y Mesa[2].

Esta relación amorosa va tan en buenos términos que el 22 de marzo de 1785, el padre de la novia, don Ignacio de Ortega firma una escritura de dote, por medio de la cual da a Magdalena, la cantidad de dos mil ciento trece pesos en joyas, plata labrada y ropas. No contento con esto, don Ignacio le da luego quinientos ochenta siete pesos más en metálico.

27 de marzo de 1785, Iglesia de las Nieves. Campanas de boda para Antonio Nariño y Magdalena Ortega y Mesa, oficiada por monseñor José de Isabella, obispo de Comayagua. (El nombre completo de Antonio Nariño era Antonio Amador José; el de su esposa María Magdalena (nacida el 22 de julio de 1762). Los testigos ante notario de su boda fueron: Feliciano Botero, oriundo de la Villa de Santa Cruz de Mompós y que residía en la capital haría unos siete años a la fecha (tenía 33 años y decía conocer al precursor hacía seis); el doctor Andrés Otero también natural de Mompós, residente y vecino de Santafé hacía 16 años, quien dice conocer a Antonio Nariño hace doce años (y él tenía 25)). (Ahora bien, fechado del 22 de marzo de 1785 disponemos de la carta dotal de Madalena Ortega, por valor de $2.113. No obstante no ser de familia muy pudiente, era una cantidad significativa.

Detallemos algunas cositas de su dote: un aderezo de diamantes, Unos zarcillos de perlas y unos de amatistas, unos de piedras y otros de piedras y perlas, unas mantillas de perlas, etc. Pero se hizo una anexión a dicha dote. El 17 de diciembre de 1788 se registra y cómo cuatro meses después (julio de 1785) don Ignacio da a su hija $587 en efectivo. El matrimonio de Antonio Nariño se llevó a cabo el 27 de marzo de 1785, siendo testigos don José Ignacio Ortega, el doctor Manuel del Castillo y don Ignacio Santamaría.) Por lo visto su matrimonio es exitoso, lo mismo que sus finanzas, tanto que tres años luego de casado se da el lujo de adquirir una casa muy bien ubicada y de alhajarla[3]. Sus excelentes dotes y relaciones personales le permiten, el 1 de enero de 1789 salir elegido como alcalde de segundo voto por el Cabildo de Santafé.

El 22 de julio del mismo año es escogido por el virrey Gil y Lemos como tesorero interino de Diezmos del arzobispado, nombramiento que ratifica el nuevo virrey, don José de Espeleta. Pero no todo es color de rosa. En ejercicio de sus funciones de alcalde debe ir a visitar la cárcel pública junto a funcionarios de la Real cancillería, en este caso junto al oidor don Joaquín Mosquera y Figueroa. El protocolo vigente exigía que el alcalde escoltase al funcionario; pero dado que el señor oidor se ha despojado de su peluca y su toga, don Antonio Nariño considera que esto lo excusa de dicha costumbre. Alarmado, el oidor, resentido en gran manera por esta falta de respeto lleva la queja ante el propio virrey, quien logra una diplomática reconciliación (léase de dientes para fuera).

Del mismo modo los canónigos que no habían visto con buenos ojos la escogencia de Nariño para Tesorero de Diezmos del arzobispado, impugnan dicho nombramiento ante el rey y efectivamente en 1791 logran el veredicto que les autoriza autonomía interna para la escogencia de dicho funcionario. Provisionalmente eligen a don Agustín de Alarcón y Nariño entrega cuentas de su cargo. Luego cuando se abre formalmente la convocatoria presenta don Antonio Nariño una fianza por valor de cuarenta nueve mil pesos[4], otorgada por diez y nueve vecinos pudientes de la capital, recibiendo la confianza de los clérigos para manejar sus fondos.

En tanto, don Antonio Nariño, organiza en su morada una tertulia sobre letras y filosofía. A ella concurren los siguientes personajes: José María Lozano, caballero de Alcántara; José Antonio Ricaurte, Luis Eduardo de Anzola, Francisco Tovar, Joaquín Camacho, Francisco Antonio Zea, Pedro Fermín de Vargas y Luis Rieux[5].


NARIÑO Y LOS DERECHOS DEL HOMBRE


Pues bien, en 1791 don Antonio Nariño instala un taller de imprenta en la plazuela de San Carlos, para beneplácito de amigos y contertulios. Llamaba poderosamente la atención el rótulo que engalanaba la puerta de dicho establecimiento: Imprenta patriótica. Debido a los múltiples oficios de don Antonio Nariño delega al frente de la empresa editorial a Diego Espinosa de los Monteros, artesano hábil en estos menesteres y una persona muy receptiva a los ideales patrióticos que empezaron a despertarse en Nariño, quien leyendo el Contrato social de Rousseau, sufre un despertar ideológico que dejará su impronta imborrable en la vida del ilustre criollo. De ahí a enriquecer sus lecturas con los otros autores de “la ilustración” no había más que un solo paso[“Declaración de principios” de Virginia; el “Espíritu de las leyes” de Montesquieu; el “Tercer Estado”, del abate Sieyes, por ejemplo.]. Pasa el tiempo. Llegado el año de 1793, su dulce esposa Magdalena Ortega, le interrumpe de sus habituales jornadas de estudio en la biblioteca personal.

Había llegado el capitán de la guardia del Virrey Ezpeleta, don Cayetano Ramírez de Arellano, amigo suyo de tiempo atrás, y deseaba verle. Quería prestarle a Nariño una obra francesa en tres tomos, que juzgaba, le podría interesar a nuestro héroe. Era la «Historie de L' Assemblée Constituante », de Salart de Monjoie. Con honda fruición y pasión sin medida se dedicó Nariño a inquirir en las páginas de estos libros. Llegado al tercer volumen sufre un súbito y cegador destello de lucidez al leer los XVII artículos «del nuevo decálogo, los mandamientos de las Tablas de la Ley de la Revolución». Luego, como todo proceso creativo, pasado el caos, se enciende la luz y el germen de la revolución se inflama en el pecho del ilustre americano.

De inmediato procede a traducir del francés aquellos textos cruciales para la posterior independencia de Colombia. Listos para la imprenta los da a su fiel editor Diego Espinosa quien leyendo al vuelo los pasajes advierte a Nariño de la gravedad del suceso y sus posibles repercusiones. Para tranquilidad del impresor, don Antonio Nariño decide que él asumirá toda la responsabilidad. Baladí argumentación, puesto que el desencadenamiento de los hechos arrastrará con ambos. Se habría de imprimir en formato de un cuarto; la letra será en bastardilla y de tres clases.

El domingo 15 de diciembre de 1793 a medio día estaba listo el centenar de ejemplares, que habrá de distribuir el precursor entre sus amigos. Aparentemente las cosas quedaron así, vedadas a la opinión pública en general, en aparente secreto. Transcurren los días. En agosto 19 y 20 de 1794 aparecen fijados seis pasquines sediciosos (según otra fuente fueron dos: véase Camilo Torres Tenorio) en los principales sitios públicos de la capital. Los miembros de la Real Audiencia perciben en esto amago de revolución y mandan a llamar al ausente virrey; se inician las investigaciones, algunos estudiantes son encarcelados y torturados. Como medida cautelar, Ignacio Sánchez de Tejada, oficial de la Secretaría de Cámara, amigo de Nariño le sugieren destruir sus panfletos con la traducción de los derechos del hombre. Todos menos uno fueron quemados. Del mismo modo se escondieron los libros de ascendencia francesa o de mentalidad libertaria fueron retirados y escondidos en casa de uno de los hermanos de Nariño. No obstante el 29 de agosto en horas de la mañana irrumpen en su vivienda el oidor don Joaquín Mosquera y Figueroa, un capitán y un piquete de soldados, cumpliendo una diligencia judicial extraordinaria que normalmente competería a los alcaldes ordinarios. Era este oidor el mismo que había tenido diferencias irreconciliables con Nariño y que guardaba todo su veneno para ocasiones como esta.

Durante nueve horas es allanada su morada, revisados sus papeles y hojeados sus libros por parte de estos cuestores. De seguro esperaban hallar un ejemplar de los “Derechos del hombre” (rumor que al parecer había llegado hasta el Oidor Mosquera), cosa que no pudieron lograr. Igual se le tomó preso; fue conducido al calabozo del cuartel de caballería. El proceso fue raudo y severo. Sus bienes son embargados, se le raptan así mismo los originales de la defensa que había elaborado al lado de su cuñado, el abogado Ricaurte. Todos su intentos de réplica son declarados “No ha lugar”.

La Real Audiencia se ufana de clemencia al no aplicar la pena capital a la que esta autorizada llegado el caso…lo sentencia tan solo a diez años de presidio en África; se le confiscan todos sus bienes y tan solo le permiten un breve encuentro con su esposa para despedirse. Se dice que doña Magdalena llevaba consigo a su hija Mercedes y le lleva cerca de 400 pesos conseguidos vendiendo algunos muebles y con aportes de sus amigos, para ayudas de su manutención en tierras extrañas. Sale pues desterrado de la capital don Antonio Nariño el 30 de octubre de 1795 a altas horas de la noche, fuertemente custodiado. Veintidós días después llega a Cartagena de Indias, donde es embarcado en el bergantín correo “Floridablanca”.


EL DESTIERRO


Pues bien, Antonio Nariño fue embarcado en el bergantín Floridablanca que levaría anclas el 25 de diciembre (vaya navidad) de 1795 en Cartagena de Indias. El 14 de enero arriba a La Habana (Cuba). Allí es confinado a la fortaleza prisión de La Habana. El ilustre precursor abrigaba la esperanza que España se le haría verdadera justicia y saldría libre de toda culpa. El 22 de enero de 1795 parte en el navío San Gabriel rumbo a la ciudad de Cádiz. Durante los 56 días que dura la travesía se granjea la amistad de la tripulación y llega a saber que no está en la lista de presos. Por razones extrañas el barco debe fondear fuera del puerto. En horas de la noche es cuando Antonio Nariño sale a tierra firme. Lo primero que se le ocurre es cobrar una libranza a su favor que le adeuda el comerciante gaditano don Esteban de Amador; con los fondos recibidos se traslada a Madrid.

Llega a dicha ciudad ocho días más tarde con la ilusión de pedir revisión de su caso pero los indicios lo obligan de nuevo a huir[El Rey Carlos IV confirma corrobora lo dispuesto por la Audiencia y emite la orden de captura.]. El 13 de junio de 1796 pasa don Antonio Nariño a Francia, donde hace amistad con don Francisco de Miranda, tal vez por mediación de Pedro Fermín de Vargas; así mismo empieza camaradería con Antonio Tallien (famoso político francés de la época)[Antonio Nariño suponía que Francia apoyaría el proceso de independencia americano; sus charlas con el esposo de Teresa Cabarrús le hacen comprender lo impensable que era esto debido a La Paz firmada entre España y Francia y si habría de recibir algún apoyo esto se haría soterradamente.]. Al no obtener mayores progresos en su búsqueda de apoyo para la Independencia de cree conveniente pasar a Inglaterra, la única potencia expansionista capaz de prestarle algún apoyo contra el absolutismo español. Intenta obtener infructuosamente una audiencia con el primer ministro William Pitt “el joven” en un par de ocasiones. Esto no lo desalienta. Se pone en contacto entonces con un par de judíos que dicen poderlo relacionar con Lord Liverpool, ministro de Estado. Dos meses de espera y nada. Decide regresar a París. Antes de partir recibe la propuesta de apoyo por boca de los judíos, para toda la gesta de independencia pero solo si da la promesa de entregar la colonia a la protección inglesa. Salir del dominio español para someterla a Inglaterra; eso era antipatriótico. Regresa de nuevo a París y el 24 de octubre parte para Burdeos. Llegando allí, enferma y solo hasta diciembre logra recuperarse.

El 12 de diciembre de 1796 Antonio Nariño se embarca para América a bordo del “Sicillia del bastón”. «Miranda, Pedro Fermín de Vargas, Pedro José Caro, etc., se quedan todavía en el viejo mundo con otros precursores anónimos e ignorados, son el grupo de los que Byron llamó los legisladores incógnitos del mundo.» El recorrido lleva a Nariño por las Antillas mayores y menores y atraca en la capitanía general de Venezuela.

El 12 de junio de 1797 en horas de la madrugada decide visitar, sigiloso, a su esposa y a sus hijos. Seis días se queda al lado de sus seres queridos. Luego parte de nuevo por temor a ser capturado o a perjudicar a su familia si llegan a sorprenderlo junto a ellos, va por Cundinamarca y Tunja, disfrazado, como un evangelista de la libertad intentando avivar la flama de la revolución en las gentes que no ha mucho protagonizaran la gesta de los Comuneros. ¡Ah! Pero las gentes temen comprometerse a pesar de parecerles necesario hacer algo para remediar su opresiva situación. Pero sus enemigos están expectantes y son informados de la presencia del precursor Nariño en la Nueva Granada, el 3 de julio pese a las precauciones de don Antonio. De inmediato se somete a vigilancia permanente su esposa y su hijo tratando de ubicar al proscrito. Rápidamente, el día 18 del mismo mes se dicta “la instrucción que se ha de observar para la prisión de don Antonio Nariño” y se distribuye en todo el virreinato. En dicho documento se extreman las precauciones para evitar la fuga del reo y se dictamina que su remisión se hará a nombre de Monsieur Lebruc y no a nombre de Nariño.


LA ENTREGA


La entrega de Nariño alude a su incómoda situación luego de fugarse y cómo regresando al Nuevo Reino de Granada, el 19 de julio de 1797 en horas de la noche, se presenta en el palacio virreinal. Le habían prometido perdón y olvido pero lo retienen “preventivamente” en el cuartel de caballería. « ¿Fueron las súplicas de la esposa y el desamparo de los hijos los motivos que propiciaron su inexplicable derrota?» No lo sabremos a ciencia cierta jamás pero muy posiblemente así haya sido. Once días de encierro más adelante, Antonio Nariño, observando que ninguno le tomaba declaración o le urgía a manifestar lo que supiera sobre las anomalías del reino, decide hacer una primera confesión. Los sabuesos de la corona no quedan satisfechos y le impelen a ampliar su comunicado.

El 13 de Agosto de 1797 Nariño redacta su segunda confesión, sintiéndose ya acorralado e inquieto de su suerte. Relaciona un alista de personas a quienes alega les contó algo de sus actividades pero no las involucra directamente; o involucra nombres intocables como a Taillien, a Francisco Miranda o a Pedro Fermín de Vargas. Pero estaba enredado en la celada que los españoles le habían tendido. Llega el año 1800 y no acaba su detención preventiva. Desesperanzado, enfermo de tuberculosis siente ir, sus horas. El 27 de abril de 1803, lo evalúan médicamente (fíjense qué “celeridad” de sus carceleros) y tres días después un nuevo facultativo ratifica el dictamen: el paciente necesita aire puro, ejercicio y una dieta recuperadora. Rauda la burocracia realista autoriza su excarcelación el 8 de mayo, asegurándose que un sargento de la compañía de alabarderos lo custodiase de vista; pero la orden se hace efectiva tan solo en agosto del mismo año. El paraje a donde deciden trasladar a don Antonio Nariño es la casona de Montes, ubicada en las cercanías de Santafé, cerca de las cumbres de Guadalupe y Monserrate. Allí, lentamente piensa en cómo rehacer sus bienes y restablecer su fama. ¿Cómo hacerlo sin dinero?

Aún en medio de la agonía moral y física le queda algo de credibilidad. Un tío de su esposa[Cariñosamente le decía “Matica”, “querida, mitad de mi mísmo”.] le auxilia y fía, don Francisco Mesa, cura de Turmequé. Con los fondos facilitados compra “La Milagrosa” en el valle de Fucha; a dicha finca se entrega con fruición, cultivando trigo y cebada y ocupando su tiempo en actividades agropecuarias que fortalecieron su salud. Hacia agosto de 1805 ya los fiadores de Nariño[*] y abonadores lesionados han reestablecido su crédito, hasta el punto que solicitan al virrey Amar y Borbón que le entreguen a Nariño la totalidad de los bienes que le quitaron, puesto que su confianza estaba en cotas altas. [*] Los fiadores de Antonio Nariño se refiere a qué personas fueron sus garantes al momento de posesionarse como Tesorero de diezmos. Fueron sus fiadores: Ignacio de Santamaría por valor de $2.000. Miguel Rivas, Andrés de Otero, Gregorio Domínguez, Pedro Ugarte, Juan Jiménez y Tomás Ramírez, por valor de  $1.000 cada uno. Al momento de asumir el cargo, el 12 de agosto de 1789 recibe $1.850 pertenecientes al juzgado particular de la ciudad de Neiva, cinco días más tarde recibe otros $9.000 en moneda de plata usual y corriente, de que se hizo cargo el citado nuevo señor tesorero, conduciéndolos a su casa. Por supuesto vienen muchos movimientos contables posteriores. Santafé, 15 de septiembre de 1791. Antonio Nariño solicita al Dean del cabildo se le nombre nuevamente como tesorero de diezmos. Esta vez sus fiadores serían: el alcalde ordinario, don Antonio Cajigas, Primo Grot, Miguel Galindo José María Santa Cruz, José Sanz de Santamaría, Bruno Otero, Antonio Horcacitas, Javier González, José Antonio Sánchez, Pablo González, Nicolás Santos, en cantidad de $2.000 cada uno. Pedro Ugarte y Tomás Ramírez en $4.000 cada uno. Miguel de Rivas, Silvestre Trillo, Francisco Manrique, Felipe de la Masa, Juan Ramírez, Matías Abondano, Bernardo Melo, $1.000 cada uno. Total de la fianza constituida $40.000. Una cifra exorbitante.


SEGUNDO DESTIERRO


En el segundo destierro de Nariño veremos la sevicia de la clase gobernante cebándose en la piel del precursor por segunda vez, esta, sin disculpa aparente, solo llegaron a la casa de don Antonio Nariño un 23 de noviembre de 1809 y lo citaron en el palacio virreinal. Al llegar allí, lo llevaron preso, sin notificaciones ni acusaciones ni mediar palabra.

Empieza su segundo destierro, en unas condiciones de extrema necesidad, tanta que en Honda don Domingo Nieto le suministró cien pesos por recomendación de don Pedro Groot y don Ignacio Camacho le suplió con cincuenta. Su hijo Antonio le seguía. Pero como esta vez sus expectativas de justicia estaban tan ralas, decidió fugarse al llegar al sitio denominado al Banco (Actual departamento del Magdalena).

Padre e hijo de 44 y 17 años respectivamente huyendo de la justicia entre pantanos, mosquitos, calores y jejenes. Llegan los prófugos a Santa Marta, donde los asiste el cura y rector del Colegio de la ciudad. Luego fue de nuevo apresado junto a su hijo en un oscuro calabozo donde además les pusieron grillos. El 2 de enero de 1810 fueron remitidos a Cartagena de Indias. Al poco tiempo su hijo es puesto en libertad, para descanso de don Antonio Nariño. Al precursor le tocan en suerte esta vez grillos de 36 libras, tan apretados y molestos como fue posible. Luego es trasladado a la bóveda del castillo de San José de Bocachica, el 20 de enero de ese mismo año.

Cuatro largos meses fue huésped de estos calabozos, privado de comunicaciones y de medicinas. De repente un día le sacan sin previo aviso de allí y le trasladan a la cárcel del Tribunal del santo oficio. Allí se entrevista con don Antonio Villavicencio[Quien se había conmovido ante el relato sentimental de Antonio Nariño hijo], ese caballero quiteño que había sido ascendido a capitán efectivo de fragata y quien era el Comisionado Regio para el virreinato de Santafé, nombrado por la suprema junta de gobierno de España. Ya había pedido información al gobernador respectivo sobre la causa y origen de la prisión de Nariño.

El día 24 de mayo de 1810 obtiene permiso don Antonio Villavicencio para visitar a Nariño. El ilustre precursor de nuestra independencia se queja de no poder escribir porque en su encierro no le permiten papel ni tinta; manifiesta así mismo haber sido victima de maltratos y esta enfermo de “hidropesía de pecho”, cuenta que no se le hace justicia y que ignora la causa de su prisión. Logros de la entrevista con el comisario regio para don Antonio Nariño: Consigue que se quiten los pesados grillos y cadenas y remisión a una cárcel en La Inquisición, del mismo modo obtiene la sincera promesa de hacerle llegar papel y tinta para escribir y alegar en su causa. El 27 de mayo de 1810 escribe Antonio Nariño su representación a la suprema Junta de Gobierno de España.


1810-1811


Antonio Nariño duró mes y medio en los calabozos de la inquisición; luego sale bajo fianza a curarse. Estamos en el mes de junio de 1810. Su hijo Antonio seguía pendiente de él y gracias al apoyo de Enrique Somoyar consigue un modesto albergue en el pie de la Popa, un sector de Cartagena. Diego Espinosa de los Monteros, su antiguo empleado de la Imprenta Patriótica , que había recobrado su libertad y fundado un hogar en la plaza fuerte le visita de cuando en cuando. De todas formas su prioridad es comunicar a los suyos que esta de nuevo libre, pobre y enfermo pero libre. El 28 de julio se sabe la noticia: Santafé de Bogotá se ha insurreccionado el 20 de julio de 1810. Un día más tarde se le avisa a don Antonio Villavicencio. El biógrafo de Nariño consultado por nosotros asume que el precursor sintió honda tristeza, de verse marginado de algo que en gran medida fue su responsabilidad y su idea, conseguir la autonomía de España. Pero era bien sabido que quienes se apropiaron de la Junta la junta de Gobierno tenían a Nariño por reaccionario y extremista, motivo por el cual las gestiones para mantenerlo alejado de la capital se incrementaron. ¿Cómo interpretar si no su nombramiento como Diputado del Nuevo Reino de Granada ante el Gobierno de los Estados Unidos de América, debiendo esperar en Cartagena instrucciones y viáticos? Pero pasan los meses y no recibe ni lo uno ni lo otro. No importa, desde su refugio de necesidad Nariño escribe y aconseja, opina sobre la situación por medio de misivas. Su leal y amorosa esposa no se resigna a tenerlo lejos y pide audiencias, solicita ayuda, aboga sin descanso por el esposo ausente hasta que al cabo de tres meses consigue unos dineros para que su marido cancele las obligaciones contraídas en Cartagena y pueda pagar su tránsito hasta Santafé. Fueron cuatrocientos pesos prestados, arguyendo que Nariño no tenía su situación legal definida y que la Junta no podía comprometerse de lleno a ayudarle por tal razón. Pero lo importante para la familia Nariño, antes que las humillaciones e improperios era que él pudiese regresar a la capital, junto a su familia, cosa que hizo en 8 de diciembre de 1810.

Su postración económica era tal que en marzo de 1811 todavía no había podido pagar los 25 pesos del flete de las mulas que lo transportaron desde Honda. Sus detractores, que tenían mucho poder, manipulan que se le nombre en cargos marginales como el de Secretario del congreso, donde no pueda tener mucho ascendiente y justifique de alguna manera los 1.500 pesos mensuales con que cubre las necesidades de su familia. Creen haberlo reducido al silencio. Pero el precursor está para cotas más elevadas todavía dentro de la historia colombiana. Encuentra la manera y los fondos para sentar su punto de vista sobre los yerros y falacias del nuevo régimen.

El 14 de julio de 1811 aparece el primer ejemplar de La Bagatela, el periódico donde Nariño destila toda su sabiduría revolucionaria y saber político. Pero el destino audaz tiene maneras de herir a los héroes como exigiéndoles una cuota de sacrificio proporcional a su grandeza: dos días más tarde fallece su esposa, aquella fiel y pujante compañera que hubo de soportar por y junto a esposo los espuelazos de la vida. Adolorido, don Antonio Nariño se retira a sus predios de Fucha, desde donde prepara una nueva edición de su periódico; en él hay un texto para su ida esposa: “Bendito sea para siempre Aquel que dio al hombre una compañera, i que puso en ella el encanto irresistible que templa a un mismo tiempo nuestro carácter, i nuestras desgracias. ¿Quién de nosotros no miraría la existencia como un presente funesto, si la mano de una compañera no nos ayudase a soportar la carga?...querida mitad de mí mismo, respóndeme o haz que se entreabra la losa que te oculta y me reciba en su seno…Reposa en paz…el tiempo de las pruebas ya pasó, los hombres, nada pueden hoi contra ti…”[Se conserva la ortografía sugerida por el texto mismo.]. Las ediciones dominicales de La Bagatela se repetirían muchas veces, liderando a un grueso de jóvenes inconformes y deseosos de más en el proceso independentista.

El 29 de agosto se recibe don Antonio Nariño de Corregidor de la ciudad, gobernador del Estado, Intendente y Juez de Teatro. Pero sigue en su afán, en medio de un grupo de líderes que no otean hacia donde van, Nariño con su periodismo se atreve a indicarles el camino lógico a seguir. Su injerencia en la opinión pública fue tan grande que produjo la caída de la Junta de Gobierno e hizo parte de la siguiente. El 24 de Diciembre de 1811 es elegido presidente del Estado.


CONGRESO DE VILLA DE LEYVA


La constitución de 1811 era una almagamar de contradicciones y de sistemas opuestos, de gente que apoyaba por ejemplo la regencia española y quienes la desconocían, por mencionar un caso notorio. De resultas que el país que vivó Nariño en 1812 era un organismo desarticulado con una cabeza visible que era Santafé y unos miembros dispersos y dispares para nada autosuficientes económica y políticamente hablando. De ahí que el surgimiento de pateadores y carracos [6] fuera algo natural en ese entorno, de la famosa patria boba. Los centralistas tenían en Nariño su adalid en tanto los federalistas[7] parloteaban a la sombra de Camilo Torres Tenorio ; los primeros proponían un ejecutivo fuerte, en tanto los segundos (las provincias) se empeñaban en copiar el sistema norteamericano y en hacer del congreso algo parecido a una convención nacional francesa. En tanto Nariño por sus experiencias y formación concebía la revolución según su propio temperamento, que lo impulsaba hacia la libertad y la justicia, motivo por el cual tenía mucho carisma con el pueblo, Camilo Torres con toda su ilustración y bagaje jurídico permanecía muy lejos del pueblo. Se dice que Nariño, aunando teoría y práctica política era el único que tuvo sentido de integración nacional, que abarcaba no solo territorio, sino población, economía y demás. Los ánimos se fueron alterando y de discusiones dialécticas se pasó a las armas. Era el cantonalismo contra la unificación nacional en torno a un epicentro sólido. Ya en otros artículos hablé de los enfrentamientos militares habidos. Digamos ahora como extra información que en un momento dado se orquestó una conspiración contra el precursor Antonio Nariño por parte de sus oponentes políticos y contradictores; en dicha conjura debía ser muerto nuestro héroe, pero fracasó. En 1812 se acordó trasladar el Congreso de las Provincias Unidas a la Villa de Leiva, una población del distrito de Tunja; los primeros meses de dicho año lo pasó dicho Congreso en Ibagué debido a la hostilidad del presidente del Estado de Cundinamarca, Antonio Nariño[ensalzado por los regentistas criollos].

Traigamos a colación unas palabras emitidas el 4 de junio de 1812 por el paladín de los derechos del hombre: “¿En qué están mis crímenes y tiranías? Si la libertad consiste en que todos hagan cuanto se les antoje, sin principios, sin previsión, sin cálculo, sin discerniendo de los tiempos y los lugares a los que se han de aplicar los principios generales, desde ahora digo y confieso que ésta no es la libertad porque tanto he padecido…”

En Julio de 1812 en los tratados de Santa Rosa se pusieron término a los enfrentamientos militares; Nariño regresa entonces a Santafé y renuncia a la dictadura, siguiendo sus cauces legales como presidente; pero las cosas se pusieron difíciles y el 10 de septiembre ocurre un motín militar que regresa a Nariño a la dictadura. Las federalistas lo acusan de estar uniendo las Provincias para entregarlas a don Benito Pérez el nuevo virrey que acaba de arribar a Santa Marta. Nuevos enfrentamientos militares.

El 25 de septiembre de 1812 concurren los diputados a esa locación, para la sesión preparatoria del Congreso nacional. Los representantes por Cundinamarca Manuel Bernardo Alvarez y don Luis Eduardo de Azuola estaban expectantes por las tensas relaciones con las Provincias a raíz de sus ansias expansionistas[Mariquita, Socorro y Neiva, así como Muzo, Chiquinquirá, Villa de Leiva y Sogamoso deseaban hacer parte de Cundinamarca].

El día 4 de octubre de 1812 se declaró instalado el Congreso de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, presidiendo la ceremonia don José Francisco Oyarzábal, alcalde de Villa de Leiva. Asistieron, aparte de los diputados mencionados por Cundinamarca: Juan Marimón por Cartagena y Andrés Ordoñez por Popayán; por Tunja, señores Joaquín Camacho y José María del Castillo; por Casanare don Juan José de León; por Antioquia, señores Joaquín de Hoyos y José María Dávila; y por Pamplona, señores Frutos Joaquín Gutierrez y Camilo Torres Tenorio. Como presidente de ese Congreso fue elegido Camilo Torres. Como las demás Provincias veían disminuir su geografía en favor de Cundinamarca, proclamaron “que la forma de gobierno de Cundinamarca era contraria al pacto de unión federal, porque no estaban divididos los poderes”.

El 22 de octubre Nariño convoca a una asamblea general. Era Santafé en 1812 una ciudad de menos de 30.000 habitantes; Nariño y su centralismo representaban para ellos el orden de cosas tradicional, había que respaldarlo, era el sentir popular. Cerca de 3.000 personas se agruparon en torno a Nariño y lo respaldaron en su iniciativa de sostener su postura de gobierno así hubiera que recurrir a la fuerza. El 23 de noviembre de 1812 Nariño marcha hacia Tunja frente a un convoy; se enfrentaron los bandos, perdiendo este encuentro los centralistas, quienes se retiran a Santafé para preparar la resistencia y el contraataque. Efectivamente hicieron fortificaciones y rehicieron las tropas. Su yugular era el tiempo pero el enemigo se los concedió largamente. Solo hasta el 23 de diciembre intentaron los federalistas sitiar la ciudad. Ya había intentado Nariño unas capitulaciones para poner fin a este desangre interno innecesario pero Antonio Baraya, insolentemente había exigido la rendición incondicional y alardeaba con entrar a la ciudad a sangre y fuego.


1813


A enero 1 de 1813 se habla que Baraya ha tomado los principales caminos de acceso y que pretendía hostilizar a Santafé por hambre. Sus campamentos estaban en Usaquén, Puentegrande, Bosa y Fontibón, en tanto los campamentos de los nariñistas estaban en San Diego, San Victorino, Monserrate, Santa Catalina y Los Laches.

El 9 de enero los federalistas intentan sorprender a sus enemigos enviando tropas alas 2 de la mañana desde el cuartel de Fontibón, pero la impericia de sus guías los hizo extraviarse; de todas formas el grueso de las tropas de la Unión (unos tres mil hombres) ingresan en la plazuela de San Victorino, por la calle Honda y ocupa las avenidas principales. En la calle Prado estaba Nariño con sus 1.050 aguerridos militares, hubo enfrentamiento directo y los hombres del precursor ganaron la contienda, persiguiendo a sus rivales. Vienen las negociaciones de paz y se restablecen las relaciones cordiales entre los dos poderes. Nariño también apoya con tropas y pertrechos la expedición militar al Norte contra los intentos españoles de reconquista. Y no solo eso. Se ofrece para liderar las tropas que se dirigirían al sur para contrarrestar a las tropas realistas mandadas por Juan Sámano; el Congreso acepta. Parte pues Nariño con cerca de 1.500 hombres. Pero las agonías del precursor no eran tan solo esas. Con fecha del 20 de julio de 1813 recibe de Cartagena una carta del gobernante de esa provincia, señor Rodríguez Torices, comunicándole a Nariño que su hijo Gregorio[8] (a quien Antonio Nariño no ve desde 1804) ha sido apresado cerca de Mompós con un sospechoso pasaporte que lo sindica de agente contrarrevolucionario y espía enviado por el gobernador de Cuba, don Pedro de Urbina. Por afecto hacia Nariño se le dejó marchar hacia Santafé. Terrible contraste, su padre como adalid de las libertades y su hijo peleando en el bando opuesto. A comienzos de agosto de 1813 llega Gregorio al hogar de su padre. ¿Cómo explicar su oposición a las ideas libertarias de su padre? De pronto por haber crecido con las dificultades de un hogar donde su padre estuvo desterrado y encarcelado, en la ruina debido sus ideas, era la razón por la cual asociaba estos eventos a sus particulares desgracias.


EL ESTADO DE CUNDINAMARCA


Antonio Nariño mismo se pone a la cabeza del ejército, conformado por unos mil quinientos soldados del Estado de Cundinamarca y se encamina a Tunja. El 2 de diciembre de 1812, en Ventaquemada es derrotado por los federalistas y se refugia en Santafé. Antonio Baraya, quien comandaba las tropas de las Provincias Unidas exige la rendición de los centralistas; estos pedían ciertas condiciones para la entrega de la ciudad[9]. Pero Baraya no transigió.

El 6 de enero de 1813 Nariño propone nuevas capitulaciones. De nuevo Baraya las rechaza sin consultar con el presidente del Congreso, don Camilo Torres[10]. El 9 de enero es atacada la capital, convencidos sus cabecillas[11] de su superioridad material. Las tropas del Estado de Cundinamarca, aferrados a su moral gigantesca derrotan a las fuerzas federalistas. Dos días más tarde Nariño le escribe a Camilo Torres para solicitar de éste la libertad de los dos diputados retenidos (Alvarez y el Sr. Azuola), la devolución de las armas pertenecientes a dicha provincia y declaraba a los diputados Ordoñez y Cifuentes como prisioneros de guerra. Iniciaron trámites de conciliación, deliberando por parte de los federalistas don José María del Castillo y Rada y don José Fernández Madrid; por parte de Cundinamarca lo hizo don Jorge Tadeo Lozano y don José María Palacio. El 30 de marzo 1813 firmaron un tratado de concordia. A Nariño además fue dada la comandancia suprema del ejército nacional para que acudiese al Sur a defender la patria amenazada por los españoles[12].

El día 27 de septiembre de 1813 llegan a Purificación donde debe esperar quince días por la caballería. Sobre el 25 de octubre ingresa el ejército patriota en la Plata; allí el clima cálido causa estragos entre los combatientes, donde entraron a servir el español Campomanes y el francés Serviez. Luego de los roces propios de la convivencia e incluso algún intento de complot contra la vida de don Antonio Nariño por parte del barón Shombourg, bajo los efectos del alcohol, el 22 de diciembre sigue su marcha el ejército y el 30 de diciembre de ese año de 1813 se enfrentaron a los españoles en el Alto de Palacé y los derrotaron. Efectivamente, las tropas de Antonio Nariño triunfan en Buesaco, Juanambú, Cebollas, Tacines y Calibío.

El 8 de marzo de 1814 en el cerro de Cebollas, que los indígenas llamaban Chacapampa las tropas de Nariño fueron emboscadas y a sangre y fuego los patriotas toman la cima, poniendo en fuga a los realistas que pusieron rumbo a Pasto. Embriagado de triunfo, deja el grueso de la tropa acantonada en el páramo de Tacines y junto al batallón “Granaderos de Cundinamarca”, el batallón “Socorro” y parte del “Cauca” se desplaza al ejido de Pasto donde aguardaron el día. Habiendo amanecido y contemplando la panorámica de la ciudad Antonio Nariño arenga a sus tropas: “Muchachos, a comer pan fresco a Pasto, que lo hacen muy bueno”. Al bajar lo recibe fuego cruzado pero prosiguen hasta el sitio “El calvario”; sin embargo la confusión y el desespero causado por las guerrillas pastusas, les hizo tomar la determinación de regresar al Ejido. Pero la ofensiva española era avasallante. Pero no fue fácil. Cerca de “El Calvario” por poco muere Nariño al ser asesinado su caballo y a pistoletazo limpio se defiende de sus varios agresores en tanto llega el capitán Joaquín París y sus hombres a rescatarlo. Pero el resultado global fue catastrófico; a media noche no quedaban sino un puñado de hombres leales a Nariño y es entonces cuando emprende la retirada. Junto a 6 fieles llega a campo de Tacines donde había quedado el grueso de su tropa; solo desolación halló allí. ¿Cuál había sido la razón? Un sobreviviente de este campo le informa: “Aquí no encuentra su excelencia sino muertos y heridos. Un coronel vino de pasto, y dijo que mi general estaba prisionero, que todo se había perdido…”

El 14 de marzo es hecho preso, pero de manera bastante particular: Nariño había quedado solo junto a José María Espinosa[Quien es nuestro relator de primera mano con su libro “Memorias de una abanderado”, Bogotá, 1876], mientras los realistas buscan cómo prender a los jefes patriotas. Un indígena realista le espeta: “blanco, te mato”. Nariño responde: “No me mates. Llévame a Pasto y allá te entregaré a Nariño”. En Pasto le llevan a la presencia de Aymerich y era tal el hambre acumulada (una semana sin comer) que solicita una taza de caldo antes que hablar; las masas se habían amotinado en la plaza exigiendo que este prisionero les entregara a Nariño como se había corrido la voz. El prisionero, que los españoles presentes desconocían, solicita se le permita arengar a la turba y calmarla; cerrando su discurso les dice: “¡Pastusos!, ¿queréis que os entregue al general Nariño?...Aquí lo tenéis…”. El presidente y capitán general de Quito ordena el 23 de mayo que se le interrogue profusamente para luego en tres días ejecutarlo. Cuando se vencían estos plazos recibe la propuesta Aymerich de parte del gobernador de Popayán, don José Ramón Leyva de hacer un canje de prisioneros, ofreciendo más de 60 oficiales por don Antonio Nariño. Pasaron trece meses en esta negociación que incluyó además al Congreso de las Provincias y no llegaron a ningún acuerdo.En mayo de 1815 Antonio Nariño debía trasladado a Quito con todas las seguridades: 30 morlacos y 40 españoles. Por el camino reciben orden de no llevarlo a Quito. Se desvían hacia Guayaquil. Luego lo remiten a Lima para enviarlo posteriormente al puerto de Callao, donde cargado de cadenas y grillos es internado en el presidio llamado el real Felipe, donde permanece preso junto a otros independentistas de otras regiones como Escobedo (del Alto Perú); Rojas, Ovalle, de la cruz y los frailes revoltosos de Chile; los argentinos Millán y Prudán; Boedo, salteño; Pardon de Zela, peruano; y Arenales, chuquisaqueño de corazón… Ignoramos el tiempo exacto que pasó el precursor en este frío y oscuro presidio; solo podemos decir que luego pasaría por el cabo de Hornos rumbo a Cádiz, en la embarcación llamada “Preciosa”. Arriban a puerto (y Nariño a una nueva prisión) solo hasta el 6 de marzo de 1816. (Camilo Torres intentó negociar un canje de prisioneros: el mariscal de campo don Juan Manuel Cajigal, prisionero de Bolívar en Venezuela, por Nariño. Su propuesta fue rechazada.El 22 de agosto de 1815 hay una misiva donde dando contestación a otro posible intercambio de prisioneros y allí se decía que don Antonio Nariño ya iba rumbo a España.) La Real cárcel de Cádiz será ahora su morada donde se le interna en una celda, semidesnudo, sin ninguna comunicación con su familia y en total indigencia. La historia proclamará que también allí por esos días Miranda estaba preso en la misma prisión de Nariño, solo que al precursor venezolano se le permitía escribir y recibir libros. Pero el líder de la hermana república, el 25 de marzo sufre un ataque fulminante de apoplejía; mejora un poco y luego contrae lo que daban en llamar “calenturas pútridas” (fiebre tifoidea) que rapazmente siega la vida de Miranda el 14 de julio de 1816. Pero de alguna manera su soledad es compartida unos muros de por medio. En otras celdas languidecen otros compatriotas neogranadinos: el socorrano José María Uribe y el santafereño Juan Manuel Vega Carpio.

Entre los días 16 y 18 de marzo de 1820 el gobernador de la plaza de Cádiz da la orden de ponerlo en libertad, orden que se cumple el 23 de marzo[Habiendo una epidemia de fiebre amarilla en la isla gaditana y estando la ciudad casi desierta]. Tiene 55 años don Antonio Nariño. ¿A qué se debió su liberación? Bueno, resulta que la intransigencia de Fernando VII lo volvió muy impopular a los ojos de su pueblo, que lo oteaba ahora como jefe de partido y no como jefe de su nación. La presión interna propiciada por muchos militares que deseaban un régimen constitucional y legalista, triunfa y don Fernando VII se ve obligado a firmar la constitución –La Pepa, como la apodaban-; allí se contemplaba la liberación de presos políticos. En tanto el sucesor de Nariño, don Manuel Bernardo de Alvarez protegía a los españoles residentes en su territorio de una manera antipatriótica quizás, digo yo, a la distancia[13]; y peor aun acentuaba sus ideas centralistas, sin propiciar integración con las provincias. Creo que era más lo primero que lo segundo lo que propiciaba choques con las Provincias unidas. Ya libre, Nariño retorna a la pluma; escribe tres cartas políticas críticas[Firmadas con el seudónimo de Enrique Somoyar, el nombre del ilustre comerciante de Cartagena que recogió a su hijo Antonio, cuando el segundo destierro de Nariño y que había muerto en Bogotá el 22 de junio de 1814] de la crueldad de los pacificadores enviados por España a Nueva Granada; se las publica el “Diario de Cádiz”; tan contundentes fueron que el mismo Morillo se ve obligado a contestarlas con un panfleto y luego con sus Memorias. Por precaución y mientras divisaba la manera de volver a su patria, nueve días después de ser puesto en libertad pasa a la Isla de León. Allí, por Abril de 1820 se funda la sociedad patriótica de San Fernando, que pugna por la regeneración española y donde hace buenas migas con Quiroga, Riego, López de Baños, Arco-Arquero, Ballesa, etc. Todos ellos ven con buenos ojos la independencia americana. De esa sociedad, Antonio Nariño fue hecho presidente. Pero se supo de una orden para hacerlo prender de nuevo y su amigo el general Quiroga le previene, tomando entonces rumbo hacia Gibraltar nuestro precursor de la Independencia. Era el 26 de mayo de 1820. A su arribo al Peñón supo por el expreso de Algeciras la noticia de que había sido elegido diputado suplente por Santafé a Cortes. Tan cómica la situación. Con orden de captura y diputado a Cortes. Desde Gibraltar escribe a don Fernando Caycedo y Flórez así como a su amigo Francisco Antonio Zea[“Cuánto diera porque a la sombra de un ceibo o de un aliso garláramos quince días seguidos”], a quien hacía en Angostura. Sobre finales de Julio o comienzos de agosto sabemos que arriba a Londres. Allí trata de ubicar compatriotas residentes o transeúntes. Y para su felicidad localiza allí a Zea quien era enviado diplomático de la República de Colombia[Para conseguir dineros prestados de los británicos]. Desde Londres envía una misiva al Libertador Simón Bolívar dando cuenta de sus circunstancias particulares. Pero aun en Londres no estaba seguro don Antonio Nariño puesto que los perros de presa españoles[Dirigidos por el Duque de Frías y Uceda, el embajador español en suelo británico.] le vigilaban de cerca (véase sino el legajo No 64 de la sección “papeles de Estado” año 1820 en el Archivo General de Indias). Pero Nariño, curtido de batallas y de intrigas por doquier juega con sus espías dándoles falsos indicios y muñecos de paja. A finales de septiembre Nariño pasa a París donde rastrea libros, y tertulias pues su gran objetivo es dotar a nuestra nación de una Constitución acorde a las circunstancias. Se entrevista con el Barón de Humboldt quien inclusive lo propone como miembro de la Sociedad Geográfica de París. Pero también consultó con Dettut de Tracy, Benjamín Constant y el Mariscal de campo Juan Bautista Berton. Cumplida su tarea, regresa a América. No conocemos fechas exactas pero se registra una carta fechada del 25 de febrero de 1821 dirigida a Bolívar, desde Angostura (hoy ciudad Bolívar, Venezuela).

El 15 de marzo de ese mismo año zarpa Antonio Nariño desde angostura, remontando el Orinoco en un bongo a remos hasta Caujaral. En este último destino tomaría la vía terrestre. El 31 de marzo arriba en mula a Achaguas (en el Estado de Apure). En ese sitio logra entrevistarse con Bolívar y Páez, departiendo durante una semana. Bolívar estaba preocupado porque en ese instante preciso el Vicepresidente interino de la Gran Colombia, don Germán Rosio había muerto hacía poco y su sucesor, el brigadier Luis Eduardo Azuola, estaba gravemente enfermo. Pero el destino es caprichoso, de resultas que Antonio Nariño salió de ese encuentro elegido Vicepresidente provisorio de la Gran Colombia; ¡tanto respeto inspiraba su intelecto y sus padecimientos por la construcción de una Patria donde solazarse y ver crecer su familia y sus amigos en paz y por derroteros de justicia! Parte de nuevo Antonio Nariño, diligente en su nueva misión a instalar el Congreso en Cúcuta; a dicha ciudad arriba el 29 de Abril de 1821. El de mayo de dicho año instala el Congreso ante la mirada atónita de quienes solo conocían su leyenda. Presenta su proyecto de Constitución que solo hasta el día 25 es considerada. En ella Nariño plantea entre otras cosas el nombre que debería asignársele a nuestra Nación: República de los Estados Equinocciales de Colombia. Vaya nombrecito. Según el precursor el territorio habría de dividirse en líneas trazadas desde el interior hasta los mares que bañan sus costas, a fin de formar 6 estados, cada uno de los cuales pudiese tener puertos marítimos y conformar entre todos, esa gran confederación bajo el nombre propuesto. Mezclaba por igual federalismo y centralismo, peor prefería el centralismo en tanto se solidificaba la República y luego, si los legisladores consideraban pertinente se podía adoptar la otra forma. Pero como en Congreso que se respete en nuestra nación colombiana, a cuanto proyecto que no favorezca el peculio de algún sector legislativo o los caprichos de dichos miembros, se le negó la opción de debatirlo, simplemente se le relegó a una comisión que le haría naufragar. «Y así como fue grave error el que la primera república hubiese roto la unidad política en que se había mantenido el Virreinato, fue de mayor gravedad aún pretender implantar el centralismo en un estado que se formaba de la unión de dos: Nueva Granada y Venezuela. En esta ocasión como en la anterior, la razón estaba de parte de Nariño.»

El 25 de mayo se forma una comisión especial encargada de liquidar las deudas nacionales. Dentro de los casos de cobros a la nación destaca el de la viuda del general James T. English quien había venido con la legión británica y se le acusó de desertor; dicha dama solicitaba sueldos atrasados de su esposo. Alrededor de esta dama se tejieron muchos chismes que la involucraban inclusive con posibles coqueteos con don Antonio Nariño quien nunca tuvo reputación de don Juan ni jamás sacó de su accionar el nombre de su ilustre esposa fallecida. Pero el asunto en realidad era más terrenal aún. Antonio Nariño pidió que la reclamante adjuntara copia legal de su partida de matrimonio con dicho ciudadano británico. Ofendida, se quejó con su amigo y paisano el General D´Evereux[Quien a sí mismo se tildaba de Miembro de la Orden de Los Libertadores, Mayor general de la República de Venezuela y Nueva Granada, Comandante de la legión Irlandesa]. Este groseramente dirigió su airado reclamo ante el vicepresidente Nariño y fue recluido en prisión domiciliaria y se le inició juicio por irrespeto a la autoridad. Los ánimos ya de por sí caldeados se atizaron mucho más, entre el legislativo y el ejecutivo, cada uno de los cuales bajo su perspectiva particular, creyendo que el otro estaba de más. El asunto hubo de dirimirlo el mismísimo Bolívar. Antonio Nariño, renunció a la vicepresidencia.

El venerable y anacrónico (al menos para las briosas nuevas generaciones que pretendían hincarle diente a la nación, lo era) Nariño se sentía enfermo y ya no hallaba sentido a tan vastas disputas contra sus mismos connacionales; buscaba refugio en su familia. Tan marchita salud estaba que en Pamplona tuvo que parar por muchos días debido a la hidropesía y a las fiebres llanera. Los médicos le habían prescrito quietud total y ningún trabajo intelectual. Se refugió en Fucha y en la hacienda de Las Monjas.

En el año de 1822 volvemos a saber de Antonio Nariño. Esta vez por una contribución forzosa decretada por el Estado sobre “su hacienda de las Monjas”, era de $400. La verdad era que Nariño era solo el administrador, puesto que su hijo la había arrendado al Convento de Santa Inés para subarrendarla a su vez; el monto del arrendamiento era de $3.000 al año. Luego se disculpan diciendo que el gravamen es por otras fincas de Nariño, que este no posee. Antonio Nariño solo poseía la casa que alguna vez compró y eso porque le había sido devuelta en virtud de los sueldos caídos; La estancia de Fucha estaba en negociación y a crédito. Dicha reclamación dio pie a los rumores acrecentados por los amigos de Santander que agriaron o intentaron con relativo éxito sus relaciones con Simón Bolívar, dizque promoviendo el federalismo en nuestra nación. Hubo varios duelos verbales entre Santander y Nariño a partir de entonces.

Año de 1823. Nariño había sido elegido senador por el departamento de Cundinamarca desde 1821 pero por cuestionamientos a su elección (dirigidos por Vicente Azuero y Diego F. Gómez) solo podría ocupar su curul hasta cuando el congreso decidiera la procedencia o improcedencia del asunto. A rendir descargos llega don Antonio Nariño, cojo y casi ciego. “Señores de la Cámara del Senado: Hoy me presento, señores, como reo ante el Senado de que he sido nombrado miembro, y acusado por el Congreso que yo mismo he instalado, y que ha hecho este nombramiento; si los delitos de que se me acusa hubieran sido cometidos después de la instalación del Congreso, nada tenía de particular esta acusación, lo que tiene de admirable es ver a dos hombres que no habrían quizás nacido, cuando yo ya padecía por la Patria, haciéndome cargos de inhabilitación para ser Senador, después de haber mandado en la República, política y militarmente en los primeros puestos sin que a nadie se le haya ocurrido hacerme tales objeciones….”

A Nariño se le acusaba de malversación en la Tesorería de diezmos treinta años antes; de traición a la patria por haberse entregado en Pasto a los españoles y, de no tener tiempo de residencia en Colombia por voluntad propia suponían los acusadores y no por causa de la República. Su avasalladora oratorio los abruma y convence de su inocencia. Luego de esta demostración de sapiencia y equilibrio, de elocuencia y lógica aplastante, el gobierno de Bogotá ordena reconocerle sus sueldos atrasados y le nombra consultor administrativo y militar, nombrándole presidente de la comisión principal de repartimiento y bienes nacionales. Vuelve a su antigua casa que le había sido arrebatada por las autoridades coloniales, pero solo halla en ella sino un remedo trágico de lo que otrora fuera su morada.

Cae enfermo. Y cuando sus menguadas fuerzas se lo permiten sigue asistiendo a las sesiones del Senado. Su familia no está con él (sus hijos). Buscando mejoría se dirige a clima más benigno[ Completamente desengañado del mundo, dice doña Soledad Acosta] en Villa de Leiva. «No quiso que lo acompañaran amigos ni familiares; fingió que iba ilusionado en busca de una salud en que no creía.» A sus cincuenta y ocho años, enfermo y desengañado, solo espera, la muerte.

Diciembre 11 de 1823. No quiso leer la correspondencia y salió a dar la última vista a los campos según Nariño, despidiéndose de los conocidos y amigos: “¿Para donde va usted?, le preguntaban. –Para la eternidad; y no pido órdenes, porque no se me ocurre que puedan mandar a decir allá”. El día 12 pide que se le asigne este epitafio: “Amé a mi patria, cuánto fue ese amor, lo dirá algún día la historia. No tengo que dejar a mis hijos sino mi recuerdo; a mi patria le dejo mis cenizas…”

Pero aun le faltaba un postrer día. El día 13 de diciembre de 1823 sobre las 5 de la tarde falleció Nariño, lejos de los suyos. Dos días después llevaron a la fosa, los restos mortales de Antonio Nariño, en la Iglesia de San Agustín de Villa de Leiva. Pero ni aún así tuvo paz su cadáver. Solo se publicó una nota necrológica en la Gaceta de Colombia. No hubo decreto de honores ni declaraciones oficiales a su muerte.

Un año más tarde su familia decide hacerle una misa conmemorativa y el orador sagrado sería don Francisco Javier Guerra de Mier, quien a última hora escurrió el bulto, aduciendo que perjudicaría su carrera y su misma persona oficiar esta misa. ¿Presiones políticas? ¿Enemigos personales de Nariño (empezando por el mismo Santander)? 97 años después, sus nietos, hijos de Mercedes deciden trasladar los despojos mortales de Antonio Nariño, a Zipaquirá donde residía su madre, en una urna de pino. Pero el periplo de sus cenizas no pararía ahí. Otro descendiente de Nariño, el general Ibañez, se lleva las cenizas de Mercedes y de don Antonio Nariño, dio vueltas por Colón, Jamaica, Medellín y por último a Bogotá. El 19 de julio de 1913 los restos mortales de Antonio Nariño y Ortega son depositados en la Catedral. Admiración, respeto y pundonor para el gran hombre.

[1] O siguiendo las ideas de Rousseau, dada la fuerte influencia de las ideas de la ilustración en las Américas. [2] Nacida en Santafé el 22 de junio de 1762, siendo tres años mayor que su prometido. Se dice que Magdalena Ortega y Mesa administraba con gran tino la casa paterna porque su madre había muerto y sus tres hermanas mayores se habían casado. [3] En la plazuela de San Francisco para más señas. [4] Superando con creces los habituales cocho mil pesos acostumbrados hasta ese momento. [5] Natural de Francia, doctor en medicina, según su propia aseveración que niegan sus contradictores; serio investigador de la historia natural en Santo Domingo y de gran ascendiente en la vida de Nariño. [6] Patiadores, nariñistas o centralistas, también llamados Chisperos.Durante la patria boba hubo un suceso en Santafé en la guerra de Cundinamarca contra Tunja: José María Carbonell, centralista, le quitó por la fuerza a un federalista un periódico llamado “El carraco”, donde se hacía mofa de la derrota de los centralistas en la capital boyacense. Carbonell lo arrojó al suelo y lo pisoteó cegado por la ira (y algunos vistos buenos de los curiosos). Es a partir de ese instante que se conoce a los centralistas como pateadores y a los federalistas como carracos. [7] Congresistas, Carracos o Montalvanes. El nombre carracos les vino debido lo siguiente: don Antonio Manuel Tejada era un clérigo santafereño del bando de los centralistas y compuso un romance en el que daba el apodo de Carracos a los federalistas, por el nombre de unos gallinazos (chulos). Estos aceptaron el reto y publicaron un papel con este nombre de Carraco, que fue el que pisoteó Carbonell. [8] Gregorio Nariño había nacido en Santafé en 1789; cuando el primer destierro de su padre, fue recogido por su tío político y padrino don Mariano Montenegro, quien poseía negocios en el Chocó y hacia allá se lo llevó. En 1804 fue enviado junto a su hermano Francisco a Londres a estudiar. [9] Que incluían que su presidente Nariño pudiera trasladarse a cualquiera de las provincias, sin la obligación perentoria de presentarse ante el Congreso. [10] Tal vez si Torres hubiera conocido de primera mano las negociaciones, no hubiera ocurrido tal enfrentamiento en la capital. [11] Aparte del ya mencionado Baraya: Custodio García Rovira, Juan Nepomucemo Niño, Andrés Ordoñez Cifuentes y Joaquín de Hoyos. [12] Ya habían proclamado los legisladores de Santafé su independencia absoluta del monarca peninsular, el 16 de julio de 1813. [13] Ese mismo núcleo de realistas, amigos de la regencia y sostenedores de Fernando VII. Bibliografía consultada y recomendada: Forero Manuel José. Camilo Torres. Biblioteca de Historia Nacional, Volumen XCIV, Edición conmemorativa del Sesquicentenario de la Independencia de Colombia, Editorial Kelly Bogotá D. E., 1960. Miramon Alberto. Nariño, una conciencia criolla contra la tiranía. Academia Colombiana de Historia. Biblioteca “Eduardo Santos”, Volumen XXI, Bogotá, Editoria Kelly MCMLX. Archivo Nariño 1727-1795 Tomo I y II. compilación Guillermo Hernández de Alba. Biblioteca de la presidencia de la República, administración Virgilio Barco, Bogotá, 1990. Fundación para la conmemoración del bicentenario del natalicio y sesquicentenario de la muerte del general Francisco de Paula Santander.

ANEXO



NARIÑO Y LA IMPRENTA


Aviso por el cual se informa sobre la imprenta de Antonio Nariño, aparecido en el “papel periódico de Santafé de Bogotá No 86, viernes 1 de abril de 1793: Advertencia: nos parece podemos asegurar al público con entera satisfacción, que desde este número ya no habrá motivo para quejarse de las muchas erratas de la imprenta. La que con el título de Patriótica ha establecido en esta capital, el regidor don Antonio Nariño en la plazuela de la iglesia de San Carlos, es la que estrenamos hoy, con el gusto de saber el exquisito cuidado que se pondrá en la impresión de este papel, y que el carácter de la letra, la bondad de la tinta y limpieza de la edición no puede menos sino agradar mucho al público. Igualmente avisamos a todos los señores suscriptores de esta ciudad que para excusarles la molestia de que se quejaban antes, se les llevará a su casa cada viernes el número que indispensablemente saldrá dicho día. Con licencia del superior gobierno.[1]

[1] Bibliografia consultada: Archivo Nariño 1727-1795 Tomo I. compilación Guillermo Hernández de Alba. Biblioteca de la presidencia de la República, administración Virgilio Barco, Bogotá, 1990. Fundación para la conmemoración del bicentenario del natalicio y sesquicentenario de la muerte del general Francisco de Paula Santander.

Ediciones 2011-13-14-15



Bogota, Cundinamarca Colombia

Comentarios

  1. muy largo resuman mas

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. como se le ocurre? muy bueno, si pueden amplienlo o mejor profunducelo mas.

      Eliminar
  2. Hola Maria Paula, la idea era hacer la biografía digital más completa posible hasta su momento, para lo cual tuve que leer varios libros y biografías al respecto...y espero que haya sentido algo de la pasión y el respeto que sentí al escribir sobre Antonio Nariño. No miento cuando digo que lloré cuando supe todo alrededor de su muerte y de la reacción de su entorno.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. Formidable; felicitaciones, sin embargo encuentro interesante que al momento de la primera prisión y destierro de Don Antonio Nariño en 1795 se indique: "Se dice que doña Magdalena llevaba consigo a su hija Mercedes y le lleva cerca de 400 pesos conseguidos vendiendo algunos muebles y con aportes de sus amigos, para ayudas de su manutención en tierras extrañas (...)" cuando Mercedes Nariño y Ortega nació en 1798 y Lucía en 1799

    ResponderEliminar
  4. es muy bueno pero muy largo y casi no llegaaba a copiar todo rapido y tenia mas cosas qe buscar pero me ayudoo mucho es ta chetooooo

    ResponderEliminar
  5. AndreaAdler30/6/14, 1:31

    Ante todo felicitacoines por éste trabajo sr. Ortíz. La vida de Antonio Nariño es un ejemplo y personalmente espero que 200 años después se levante otro "Nariño" o alguna "Nariña" que logre motivar a "las gentes" a no seguir durmiendo y a hacer algo por nuestro país, pues si observamos con cuidado, seguimos en las mismas. ME PARECE EL COLMO QUE LA GENTE DIGA: "RESUMA MÁS", "ESTÁ MUY LARGO"!! Hasta cuándo la pereza de leer???... Precisamente lo que formó a éste hombre y a muchos otros en el mundo, llevándolos a pensar diferente, fue la lectura y el análizis de tantas vidas y tantos textos!!. Si "está muy largo", lean por partes, pero por favor internalicen, entérense y aterricen!!; plasmar la vida de alguien tan grande como Antonio Nariño, merece miles de páginas!. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Muchas gracias por sus palabras Andrea. Su invitación a leer y a valorar la labor de líderes políticos como Antonio Nariño es totalmente válida.
    Un abrazo

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Como murió Francisco de Paula Santander

Mejores post de medicina en septiembre 2022

Video sobre el significado de IT-TI