Jose Antonio Galan

Biografia e Historia de Jose Antonio Galán.
Los comuneros sabían de la huída del cobarde visitador Guitérrez de Piñerez, en las goteras de Zipaquirá. Deciden enviar a alguien valeroso en su persecución y captura, para que pague por los desmanes cometidos contra el pueblo. La historia de Colombia está salpicada de esta clase de funcionarios que piensan que serán eternos en sus cargos y abusan hasta ya más no poder.
Pues bien. El caudillo Jose Antonio Galán es el líder comunero de Charalá, un hombre sencillo y pobre, humilde y sin doblez, con una gran capacidad de liderazgo, comisionado para perseguir al cobarde regente. “No hemos venido a robar, sino a buscar la libertad: que nadie ponga la mano sobre esta plata puerca del gobierno de Santa Fe”.
De él se sabe que fue soldado en Cartagena y desertó de las filas realistas para unirse al torbellino de inconformes en la faz de Nueva Granada.
Galan parte al mando de cien hombres, dentro de los cuales se cuentan sus dos hermanos, Hilario y Juan Nepomuceno. Deben apresar al regente, obstruír las comunicaciones entre Cartagena y Santa Fe (Bogota) y esparcir el mensaje subversivo por el camino. Efectivamente eso hace. En Facatativá, Piedras, Guaduas y Villeta, luego parte hacia los desfiladeros de Honda, pues es prioritario atrapar a Gutiérrez de Piñerez. Sólo que este, temeroso hasta el extermo, alcanzó a partir por el lecho del Magdalena. Pero a Galán el escenario de regresar donde los grandes señores negociaban la paz con el arzobispo, no le era halagüeño. Pues decide impulsar la revolución de los comuneros en Honda, Beltrán, Mariquita , Coello y Upito, el Espinal y Purificación.
Los humildes se alegran de tener un campeón, un héroe del calibre del momento histórico vivido, alguien de sus entrañas, en quien poder confiar y a quien respaldar. Mientras tanto se apaga la revolución en Zipaquirá con la firma de las amañadas capitulaciones.
Gracias a la gestión de Jose Antonio Galán todo el alto Magadalena se ha levantado contra la opresión española. Pero negociación es negociación y hay que respetar los términos de la misma. Galán regresa pero se rumora que se le va a capturar y a ajusticiar (y eso que las capitulaciones expresaban que se perdonaba a los rebeldes). Intenta prenderle el alcalde de Chiquinquirá, el señor Ramírez de Arellano pero los compañeros de Galán lo impiden; en la reyerta cae prisionero Juan Nepomuceno.
Galán prosigue su ruta hacia su tierra, Charalá. Ya el virrey había desaprobado las capitulaciones. El pueblo se siente traicionado. Galán trata de contactar a los líderes del Socorro pero estos se han amilanado. Pero al cabildo del Socorro llega la orden de apresar a Galán. Y adivinen quién se ofrece para cumplir tal misión…el señor Salvador Plata, el capitán…pretende ganar puntos con las autoridades y resarcirse de su pasado inmediato. Galán intenta conciliar los ánimos dispersos de sus compañeros de revolución, pero pocos están dispuestos a enfrentar el poderío colonial de España en tierras de Nueva Granada.
Dentro de los fieles de Jose Antonio Galán está Juan Dionisio Plata y sus hijos (hermano y sobrinos de Salvador), pero solo una veintena le acompañan ya al caudillo. Galán pretende exiliarse en los llanos orientales. Llegando a Chaguanete solo doce altivos comuneros le acompañan. Allí los acorralan los hombres de Plata y Galán es herido en un hombro y tomado preso. Se le arma rápidamente proceso judicial, para lo cual se recurre con bajeza a torturar tanto a su esposa como a su hija, haciéndoles declarar contra su voluntad que presuntamente Galán ha abusado de su joven hija.
A José Antonio Galán se le lleva hasta Santa Fe y es inútil su alegato de defensa en la audiencia pública. Los esbirros de España quieren sangre y sangre van a tener.
“Condenamos a Jose Antonio Galán a que sea sacado de la cárcel, arrastrado y llevado al lugar del suplicio donde sea puesto enla horca hasta que naturalmente muera, que bajado se le corte la cabeza, se divida su cuerpo en cuatro partes y pasado el resto por las llamas (para lo que se encenderá una hoguera delante del patíbulo), su cabeza será conducida a Guaduas, teatro de sus escandalosos insultos, la mano derecha puesta en la plaza del Socorro, la izquierda en la villa de San Gil; el pie derecho en Charalá, lugar de su nacimiento, y el pie izquierdo en el lugar de Mogotes, declarada por infame su descendencia, ocupados todos sus bienes y aplicados al Real Fisco, asolada su casa y sembrada de sal, para que de esta manera se de olvido su infame nombre, y acabe con tal vil persona, tan detestable memoria, sin que quede otra que la del odio y espanto que inspira la fealdad de su delito”.
Pero algunos no olvidamos fácil y cada vez que atropellan los derechos de las clases desposeídas, alzamos los ojos por encima del hombro esperando ver a un Galán altivo esparciendo la semilla de la igualdad, del bienestar común, esa clase de sujetos que no se compran con prebendas ni cargos burocráticos, esa clase de caudillos que en algún requiebre de la historia, perdimos.

Leer también: Los comuneros; José Acevedo Gomez

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