Simon Bolivar, juventud
Tal era la situacion de Venezuela al perderse en la inmensidad de los tiempos el siglo ultimo, siglo que, al engendrar un Napoleon y un Washington, hizo participe de una chispa de su genio revolucionario al hombre que mas tarde habia de merecer el glorioso nombre de “Libertador de su país”, y cuyos altos hechos vendrian a inmortalizar el cincel, el bronce y la pluma. Simon Bolivar pisaba los umbrales de la vida en la ciudad de Caracas el dia 24 de Julio de 1783. Nacia adornado de los talentos y dotes necesarias para consumar la obra de la independencia de suramerica, y a ser el reparador de la injusticia que los hombres de otro tiempo habian inferido al intrepido y sabio descubridor del Nuevo Mundo, intentando, con la mas noble elevacion del espiritu al mismo tiempo que exponia su vida en los campos de batalla, perpetuar el recuerdo de Colon en la Confederacion que se esforzo en constituir bajo el titulo de “Colombia”.
Este probo, inteligente, noble, infatigable y decidido patriota, tuvo la desgracia de perder sus padres en la más tierna edad. Estos fueron Juan Vicente y Maria de la Concepcion Palacios. Su afecto filial, falto de objetos tan queridos, rebosaba en su pecho y le consagro lodo entero a su patria, unica madre que el cielo le habia conservado y por la cual mas tarde sacrificaba gustoso su sangre y su fortuna.
Diez años contaba apenas cuando paso a Europa con la mira de completar su educacion y perfeccionarse en la carrera de las armas, hacia la cual le llamaba su natural inclinacion, sobreescitada por el mas ardiente amor de gloria. ¿Que otra aspiracion mas digna y santa podia acariciar un corazon huerfano y un corazon sensible como el suyo?
Despues de haber viajado por Francia e Italia, donde las ideas liberales y de progreso prestaron a las suyas el calor y solidez que mas tarde habian de producir la independencia de su pais natal, y a poco de haber buscado entro los brazos de una esposa en la corte de España el amor de la familia, se traslado a Venezuela. Aqui, trascurridos pocos meses, la companera que habia elegido paso a mejor vida, dejandole de nuevo en la antigua soledad y lleno de tristeza.
Entonces, por segunda vez, se encamino hacia el Continente Europeo y presencio la coronacion de Napoleon I, de cuyo genio militar y político era apasionado admirador, y cuatro años despues vibraba en sus oidos el grito de “independencia o muerte” dado por los españoles al lanzarse al campo para estorbar por medio de las armas el poderoso vuelo de las aguilas invasoras.
Leer también: Simon Bolivar-infancia
Este probo, inteligente, noble, infatigable y decidido patriota, tuvo la desgracia de perder sus padres en la más tierna edad. Estos fueron Juan Vicente y Maria de la Concepcion Palacios. Su afecto filial, falto de objetos tan queridos, rebosaba en su pecho y le consagro lodo entero a su patria, unica madre que el cielo le habia conservado y por la cual mas tarde sacrificaba gustoso su sangre y su fortuna.
Diez años contaba apenas cuando paso a Europa con la mira de completar su educacion y perfeccionarse en la carrera de las armas, hacia la cual le llamaba su natural inclinacion, sobreescitada por el mas ardiente amor de gloria. ¿Que otra aspiracion mas digna y santa podia acariciar un corazon huerfano y un corazon sensible como el suyo?
Despues de haber viajado por Francia e Italia, donde las ideas liberales y de progreso prestaron a las suyas el calor y solidez que mas tarde habian de producir la independencia de su pais natal, y a poco de haber buscado entro los brazos de una esposa en la corte de España el amor de la familia, se traslado a Venezuela. Aqui, trascurridos pocos meses, la companera que habia elegido paso a mejor vida, dejandole de nuevo en la antigua soledad y lleno de tristeza.
Entonces, por segunda vez, se encamino hacia el Continente Europeo y presencio la coronacion de Napoleon I, de cuyo genio militar y político era apasionado admirador, y cuatro años despues vibraba en sus oidos el grito de “independencia o muerte” dado por los españoles al lanzarse al campo para estorbar por medio de las armas el poderoso vuelo de las aguilas invasoras.
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