Sobre Catalina Alvarez y Vicente Nariño

Sobre Catalina Josefa Álvarez, esposa de don Vicente Nariño[1] y madre del prócer don Antonio Nariño Álvarez, podemos decir que era hija de Manuel Bernardo Álvarez, oidor fiscal de la Real Audiencia y de María Josefa del Casal; que nació el 30 de abril de 1739 y fue bautizada el 6 de mayo del mismo año; su padrino de bautizo fue don José Joaquín Martínez Malo, oidor y alcalde de corte más antiguo de esta dicha real audiencia.
Respecto a la dote [2] de doña Catalina Álvarez del Casal se dice que era de $6.353, 71/2 reales, «que en lo que contienen, yo el dicho Vicente Nariño recibo de presente, de cuya entrega, percepción y numeración de dinero, yo el escribano doy fe por haberse hecho en mi presencia y la de los testigos de esta escritura; y por la virtud, virginidad, limpieza, nobleza y demás circunstancias que concurren…» A dicha cantidad le fueron agregados 1.200 patacones de tal forma que en total la dote de dicha señora ascendió a $7.553, 7 reales y medio.[3]
Al morir su esposo se vio en tan difíciles circunstancias económicas que envía un memorial al rey y al ministro José de Galvez, en donde, “haciendo mención de los méritos y servicios de su esposo, solicita se le conceda a su hijo Juan Nepomucemo Nariño la primera plaza de contador ordenador que vaque en el tribunal de cuentas de esta capital”. Esto ocurre en agosto de 1778 (su esposo había fallecido el 12 de julio). Alí habla de los 14 hijos habidos en la relación y de los seis que fallecieron; menciona que los ocho restantes [4] son menores y que debe ver por su sustento y carrera. De paso menciona los $500 anuales que le corresponden por viuda de un contador mayor del tribunal de cuentas de Santafé, que a duras penas le alcanzan para cubrir los gastos básicos de su numerosa familia.
En noviembre de 1778 se da lectura al testamento de don Vicente Nariño, quien lo había dictado el 5 de julio de ese mismo año. Allí declaraba no tener deudas y que no se le debía nada excepto el «sueldo devengado como contador mayor del tribunal y real audiencia de cuentas de este reino, que se prorratería hasta el día de su fallecimiento, a razón de $2.000 que anualmente gozaba…»
No voy a entrar a relacionar pormenorizadamente los bienes del difunto, tan solo llamar la atención en su cuarto de estudio y en su biblioteca, que, digamos nos alumbrará sobre las primeras lecturas del precursor don Antonio Nariño:
Varios libros místicos en pasta, varios pergaminos de la misma materia incluyendo las confesiones de San Agustín; varios libros de derecho (el cuerpo de derecho civil, las decretales, la Recopilación de Indias, Curia Filípica y la Instituta de Justiniano). Libros de filosofía y de gramática (obras de Cicerón, Ovidio, Curcio, Virgilio, Esopo…); libros de historias (la del establecimiento de la iglesia, discursos políticos, Historia de Carlos V, Historia de México, don Quijote de la Mancha, viajes del mundo, compendio histórico…); historias en pasta (Carlos Quinto, diccionario española y francesa, Historia de Filipe Segundo, Historia de Teodosio el Grande, historia de España en 16 tomos –mucho de los libros relacionados eran de varios tomos-, el arte del bien hablar; libros de poesía (de Juana Inés de la Cruz, Autos sacramentales, Juan de Tarcis, Gerardo Lobo); libros en francés (Di hurcal, Resfoursan sansés, Memoy del fereu…); obras alemán en pasta…..
En dicho testamento don Vicente Nariño nombra como albacea testamentaria, fideicomisaria tenedora y administradora de sus bienes, tutora y curadora de sus hijos, a doña Catalina Álvarez.[5]
Ver también: Antonio Nariño, juventud

[1] Don Vicente Nariño era oriundo de Santiago, en Galicia; hijo legítimo de Juan Nariño y de doña María Vásquez.
El 19 de mayo de 1751 es nombrado don Vicente Nariño como contador oficial real de Santafé de Bogotá. El estipendio económico asignado eran 400.000 maravedís por año.
El 16 de marzo de 1770 es nombrado don Vicente Nariño como contador del tribunal y real audiencia de cuentas con una asignación anual de 1.500 ducados.
[2] «ayuda para las cargas del matrimonio»
[3] En dicho inventario llevaba doblones de oro , vestidos y ajuares (“un guardapiés y casca de terciopelo liso, guarnecido con galón de oro…”; “un capotillo de terciopelo carmesí galoneado de oro, forrado en tafetán azul, con broches de oro…”; “unas naguas de calamaco…”; “cuatro pares de medias nuevas, dos bordadas de plata y dos de seda con sus ligas correspondientes…”), un órgano, un arpa, un violín, un escritorio de carey embutido de concha de perla con cerradura, asas y cantonera de plata; joyas como unas hebillas de oro , unos brazaletes de tumbaga con esmeraldas, un aderezo de diamantes con cruz y pendientes, un centillo de perlas netas, un rosario de lapislázuli engastados en oro, una cadena de oro con un relicario guarnecido todo de esmeraldas, un rosario azul con paternósters de perlas, unas manillas de perlas, una sortija con un tachón de esmeralda, otra sortija con tres topacios, una gargantilla de perlas….; y también llevaba una serie de implementos en plata labrada como son cubiertos y afines. Septiembre 6 de 1758.
[4] José, Juan, Antonio, Joaquín, Cayetano, Manuel, María Dolores y doña Benita Nariño y Álvarez.
[5] Bibliografia consultada:
Archivo Nariño 1727-1795 Tomo I. compilación Guillermo Hernández de Alba. Biblioteca de la presidencia de la República, administración Virgilio Barco, Bogotá, 1990. Fundación para la conmemoración del bicentenario del natalicio y sesquicentenario de la muerte del general Francisco de Paula Santander.

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