FRANCISCO ANTONIO ZEA, JUVENTUD

Francisco Antonio Zea nació en el año de 1766 en la villa de la Candelaria de Medellín; fue bautizado el 23 de noviembre de 1766 como Juan Francisco Antonio Hilarión; hijo de don Pedro Rodríguez de Zea[1] y de doña Rosalía Díaz, siendo sus padrinos, don Francisco Angel de la Calle y doña María Andrea de la Calle.
Era Virrey de la Nueva Granada don Pedro Messia de la Zerda; regía la Provincia de Antioquia don José Barón de Chávez y el párroco de la Villa de la Candelaria de Medellín como era conocida la actual ciudad de Medellín era don Juan Salvador de Villa.
La familia de Francisco Antonio Zea era de la nobleza colonial; tuvo dos hermanas, María Francisca y María de Jesús.
Había un ambiente de miseria en derredor, con pequeños fincas que carecían de mercados para sus producciones, y, un régimen fiscal agobiante y extorsivo. Fue el tiempo de los Comuneros pidiendo no solo reformas tributarias sino abolición de los monopolios oficiales.
Fue Francisco Antonio Zea un muy buen estudiante de las primeras letras, tanto que su padre se vio compelido a esforzarse en enviarlo a estudiar a Popayán, al Real Colegio Seminario de la ciudad[2], viaje en el que se empleaban fácilmente entre 25 y 30 días, con toda clase de peripecias, climas y ambientes. Un viaje de esta índole había de intentarse por lo general en pequeñas caravanas que garantizara la llegada a buen recaudo[3]. Comercialmente las dos provincias estaban muy unidas (hablo de el Cauca y Antioquia); eclesiásticamente Antioquia dependía de Popayán[4].
Fue en el Real Colegio Seminario de Popayán donde Francisco Antonio Zea aprendió lengua latina, teología, dogmática y moral; aunque estas eran las materias oficiales, también recibió gramática y ciencias naturales y exactas. Fue condiscípulo Zea, de Camilo Torres Tenorio, Francisco José de Caldas, Joaquín Caycedo y Cuero entre otros próceres de la independencia.
En el año de 1785 concluye Zea sus estudios en el Real Colegio y Seminario de Popayán y se marcha a hacer su carrera de jurista al Colegio de San Bartolomé en la capital del virreinato. Para tal fin en enero de 1786 emprende el viaje a Santafé. El 16 de febrero de ese mismo año presenta don Francisco Antonio Zea, ante el rector del Colegio de San Bartolomé la información sobre su nobleza y los certificados de los estudios concluidos en Popayán; dos días después fue acogido favorablemente. Pero no fue fácil su estadía allí, debido a la parquedad de recursos que no solo lo hizo enfermar sino aun ser despedido del Colegio por deber varios meses de pensión. Y para completar el cuadro difícil de Francisco Antonio Zea, su padre deseaba hacerlo seminarista para que hiciera carrera eclesiástica[5].
En su ayuda vino el medellinense do Gabriel Muñoz, amigo de la familia, cancelando las pensiones atrasadas, proveyéndole de ropas y útiles de estudio.
En el año de 1788, el aventajado estudiante Zea ya había aprobado los dos primeros cursos de jurisprudencia; se presentó a la cátedra de Gramática y ganó, logrando una mínima estabilidad económica que le permitiría culminar sus estudios dignamente.
Su acierto como docente hicieron que hasta el mismísimo virrey Ezpeleta le confiara la educación de sus hijos y fue tanta la reputación ganada por este joven docente que el 11 de noviembre de 1791 fue nombrado por el mismo virrey[6] como segundo agregado de la Expedición botánica, para reemplazar al doctor Eloy Valenzuela. Sus nuevas obligaciones lo retenían mucho tiempo en la población de Fusagasugá pero sus contactos con los intelectuales santafereños, le permitían no perderse un segundo del movimiento político de agitación que se fermentaba.[7]
Véase también: cayos de San Luis
[1] Don Pedro Zea desempeñó importantes puestos oficiales en Medellín y Santa Rosa de Osos; fue notario del párroco local; pero en sus ratos libres era también agricultor, en su finca situada sobre la margen derecha del río Aburrá.
[2] Su rector, el ilustre doctor Grijalba, natural de Ibarra, Ecuador.
[3]Y Zea iba acompañado por el profesor Félix de Restrepo.
[4] Gobernada en esos días por don Pedro Vecarría Espinosa. El obispo de dicha diócesis era Jerónimo de Obregón.
[5] No solo por aspiración legítima de quien creía que esto era lo máximo sino por la tribulación de un padre que temía que su hijo se casase muy joven.
[6] Por solícita recomendación del sabio Mutis.
[7] Bibliografía consultada:
Botero Saldarriaga Roberto. Francisco Antonio Zea, Tomo I. biblioteca banco popular volumen 2, Editorial Kelly, Bogotá 1969.
Ver también: Zea Reo

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