¡A EXCOMULGAR, A EXCOMULGAR!

POR AGUSTIN ANGARITA LEZAMA[1]

¡A galopar!, ¡a galopar! ¡Hasta enterrarlos en el mar! Reza un verso del poeta español Rafael Alberti. Parafraseándolo hoy estaríamos escuchando ¡a excomulgar! ¡a excomulgar…! Tal parece ser la determinación tomada por la iglesia para castigar la herejía cometida por unos médicos en Bogotá, que cumpliendo con un mandato legal, le practicaran un aborto a una niña de 11 años, a quien el esposo de su mama la abusaba sexualmente desde los 7 años, hasta dejarla embarazada.

Las Iglesias, como los clubes, las asociaciones y las logias tienen todo el derecho y la autonomía de expulsar de su seno a quien ellos decidan, de acuerdo a sus creencias y normas. Y a protestar públicamente, si lo deciden, cuando algo les disguste. Están en todo su derecho y los demócratas estamos dispuestos a luchar junto a ellos por defenderles esos derechos.

Lo que incomoda es la falta de coherencia pública y la desproporción de los actos de una institución que se precia de justa. Un comunicado oficial decía que “nos duele que una niña de 11 años tenga que ser sometida a la práctica de un aborto” y en otro lugar la misma fuente asevera que “con el aborto están descartando olímpicamente posibilidades mucho más humanas…” ¿Cuáles posibilidades más humanas para el embarazo? ¿Acaso poder subsistir pidiendo limosna en un semáforo? ¿O ser parte de las cifras de desnutrición, anemia y maltrato infantil de Bienestar Familiar? ¿O ser comprado por una familia extranjera mediante jugosas “donaciones” a las casas que caritativamente reciben los niños de madres pobres que los entregan en adopción?

¿Y no les duele que un salvaje viole a su hijastra de 7 años? ¿Por qué no lo amenazan con la excomunión? ¿Será porque eso de violar niñas es un crimen menor? ¿No les duelen los niños abusados por sacerdotes en Cali? ¿No les duelen los relatos de un joven caleño residente en los Estados Unidos, que aprendió la homosexualidad gracias a las enseñanzas de un religioso en un hogar para ayudar a huérfanos? ¿No cabe la excomunión allí? ¿Por qué un religioso de alto rango posa para la televisión muy ufano al lado de paramilitares que, motosierra en mano, descuartizaron a centenares de inocentes, infestaron de cadáveres nuestros ríos e inundaron nuestras calles de desplazados, viudas, huérfanos y aterrorizados campesinos, sin que para ellos tenga posibilidad la excomunión que ofrece a iglesia para mujeres y médicos granel? Me imagino que las excomuniones llegaran por bultos al centro vacacional de la Ceja.

Es incoherente que sacerdotes bendigan las armas que sólo están hechas para matar, convivan con dictadores sanguinarios como Pinochet, Somoza o los militares de Argentina, mientras se rasgan las vestiduras frente al aborto legal y no ven las casas de aborto debidamente equipadas, con avisos en la prensa donde ofrecen ayuda sicológica, procedimiento sin dolor, precios cómodos y absoluta discreción.

El aborto es un problema de salud pública. Es un problema civil no religioso, es responsabilidad del Estado. Son cientos de miles las mujeres que mueren por abortos clandestinos mal hechos, por atenciones mal prestadas y por la doble moral que perdona curas pederastas, a violadores, a políticos corruptos, a asesinos y a narcotraficantes, pero condena a la mujer pobre que no tiene como pagar clínicas carísimas para abortar sin que la sociedad rezandera vea, y entonces sufre el escarnio o el martirio de ser madre soltera, madre cabeza de familia, con los lujos y ventajas que eso conlleva.

Ver del mismo autor: la salud en Ibague, cuidado con la Coca Cola
[1] Médico cirujano, especialista en medicina biológica y Terapia Neural, magíster en Ciencias Políticas y director del Observatorio de Paz y Derechos Humanos de la Universidad del Tolima

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