LA SALUD EN IBAGUE

EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA SALUD EN IBAGUÉ
Por AGUSTÍN RICARDO ANGARITA LEZAMA[1]

El presente trabajo es un informe preliminar, sobre lo que pretende ser la introducción a la Historia Social de la Ciencia Médica en el Tolima. Esto implica un esfuerzo grande ante la necesidad de construir todo un cuerpo teórico que dé cuenta de la comprensión global de la Historia de la Ciencia Médica en lo que fue y es este Departamento, y más especialmente, lo que ha sido en la ciudad de Ibagué. Cuerpo teórico que debe ser visto como un proceso, dialéctico y perfectamente interrelacionado con el desarrollo histórico del país y del continente, además del devenir del conocimiento en el viejo mundo. En este primer acercamiento, recurriremos a un análisis historiográfico, o como dice Lértora Mendoza (1) a la “historia externa” de la ciencia, revisando datos que nos permitan hacer un seguimiento de las respuestas “institucionales” a las necesidades de salud de las gentes de esta comarca.
LA CONQUISTA.
El avasallamiento de los indígenas por el poderío español que implicó su persecución y exterminio casi total, porque al decir de don Juan de Castellanos, el Valle de las Lanzas estaba habitado por los aguerridos indios pijaos, y los describía “Selváticos, caribes, atrevidos todos en general y en tanto grado que muertos pueden ser, más no rendidos a condición de servil estado “(2), esta persecución “oficial” obligó a los aborígenes a refugiarse en las montañas y zonas agrestes como medida para preservar su integridad como étnia. La atención Médica como tal no existía y las necesidades de salud eran suplidas por las formas tradicionales de salubridad, vigentes aún, como curanderos, comadronas, yerbateros, brujos, etc.
La Ciencia Médica estaba poco desarrollada y se dependía de los médicos venidos y formados en el Viejo Mundo. La atención médica era privada y el médico debía desplazarse a las casas de los enfermos, en ocasiones vivir en ellas y allí preparaba los medicamentos, lavativas, vesicatorios, sangrías y demás alternativas para la curación de los pacientes.
La capacidad de pago determinaba a quien se atendía médicamente, quedando los pobres y menesterosos a la “Buena de Dios“y en manos de las formas tradicionales de medicina.
La lepra o mal de San Lázaro, se presentó por primera vez en el Tolima y tal vez en el país, por el año 1573. Gonzalo Jiménez de Quesada, muerto en Mariquita en 1579, fue uno de los afectados por la enfermedad, al igual que un soldado suyo, de apellido Zárate, quien lo había acompañado en la pacificación de la Sierra del Gualí (3).
Como medidas preventivas a tomar por los gobiernos locales para contener la proliferación epidémica de enfermedades, se solían hacer cosas como expulsar a los realmente enfermos de las aldeas o a quienes se sospechara que estaban afectados de cualquier enfermedad contagiosa. Así mismo se incineraban sus enseres y se les obligaba a usar cencerros o sonajeros que avisaban de su presencia cerca de los lugares de habitación de los pobladores. (4,5), similares medidas se tomaron para los afectados de la viruela (6, 7,8).

LA COLONIA.
Informes que nos permitan tener una visión real sobre el estado de salubridad en el Tolima e Ibagué durante la conquista o la colonia, son prácticamente desconocidos.
Pero existen informes globales sobre la Nueva Granada que nos pueden hacer una imagen sobre la Medicina y la Salud de esa época. Veamos entonces algunos artículos al respecto, iniciando por el de Emilio Quevedo que nos da una idea de la capacidad económica de los pobladores como para pagar un tratamiento médico por un galeno de escuela: “al finalizar el siglo XVIII la situación económica del Virreinato era desastrosa”.
Refiriéndose a la situación de los indios, Camilo Torres y Frutos Joaquín Gutiérrez, en un documento de la época dicen: “No había en sus pueblos una escuela pública para educarlos, ni un hospital para curar sus enfermedades, ni tenían cama en que dormir, ni pan para comer, pereciendo las tres partes de ellos de necesidades y miseria”. Así mismo, continúa contando Emilio
Quevedo, nos dice Antonio Nariño, uno de los precursores de nuestra independencia: “Aunque el Reino ofrece, por su situación en tanta variedad de temperamentos bajo la zona tórrida, un comercio ventajosísimo a la monarquía y a sus habitadores, no obstante, vemos todo lo contrario.
El comercio es lánguido; el erario no corresponde ni a su población ni a sus riquezas territoriales; y sus habitantes son los más pobres de América. Nada es más común que el espectáculo de una familia andrajosa, sin un real en el bolsillo, habitando una choza miserable, rodeada de algodones, de canelos, de cacaos y de riquezas, sin exceptuar el oro y las piedras preciosas. Tunja, Mariquita, Velez y un sinnúmero de otras ciudades, que se hallan en el día casi desiertas, prueban bien la necesidad en que se han visto sus pobladores de retirarse a una choza, para ocultar su miseria en medio de los bosques.
La pobreza, junto con la necesidad de contribuir, es la causa de que el Reino esté amenazado si no se atiende a su remedio. Hay un género de contribuciones que son más gravosas por los obstáculos que oponen al adelantamiento de los vasallos, que por la cantidad que de ellos se exige o por lo que al erario reporta ” (9)
José Celestino Mutis en su condición de cirujano, formado en el Real Colegio de Cirugía de Cádiz (10), también nos hace un balance general sobre el estado de la población en la Nueva Granada:
“Un reino medianamente opulento, que por sus notorias riquezas debería ser opulentísimo, camina a pasos lentos en su población a causa de las enfermedades endémicas que resultan de la casual y arbitraria elección de los sitios en que se han congregado sus pobladores. De esta inconsiderada y pésima elección de sus poblaciones han dimanado dos plagas endémicas que afligen mucha parte de sus habitantes; las escrófulas llamadas vulgarmente cotos, y las bubas, llagas y demás vicios que acompañan al primitivo mal gálico, se han ido propagando hasta el punto de representar algunos pueblos un verdadero hospital. Para cúmulo de su desgracia, se van aficionando con los contagios de otras enfermedades no menos asquerosas como la lazarina y caratosa.
Si a éstas dos calamidades se agregan los males propios de la humanidad, las anuales epidemias y la inmensa variedad de enfermedades originadas en los excesos de los alimentos, bebidas y mal régimen; forman la espantosa imagen de una población generalmente achacosa que mantiene inutilizada para la sociedad y felicidad pública la mitad de sus individuos, a los unos por mucha parte del año, y a los otros, por todo el resto de su vida” (11).
La situación de la Ciencia Médica no era menos lamentable. En 1778, Sebastián López Ruiz, médico y además jurista, formado en ambas disciplinas en la Universidad de San Marcos de Lima (12) entrega al Virrey Flora[2] su “Informe contra empíricos y curanderos” donde presenta la muy grave situación de la atención médica del Nuevo Reino de Granada. Considera que la ausencia de facultativos deja al pueblo en manos de empíricos y de boticarios quienes venden medicamentos sin estar certificados para hacerlo; pero los que son médicos y titulados carecen de la estructuración teórica y logística para ejercer. Según él, las parteras cometen delitos frecuentemente y los sangradores ejecutan sangrías inadecuadas y en exceso (13).
José Antonio Burdallo, profesor español de Cirugía y de álgebra residenciado en América, en su informe al Rey sobre el Estado de la Medicina en el Nuevo Reino de Granada, en 1796, hace una descripción de la situación de Salud en Cali y Popayán contrastándolo con la situación que existe en la ciudad de Lima, en donde la medicina es de muy buena calidad, ya que allí hay universidad y por tanto existen facultativos que administran remedios con aciertos y exactitud. En cambio en Popayán y Cali, sólo hay caos y miseria.
Los enfermos son auxiliados por curanderos ajenos a cualquier conocimiento físico y natural. El convento que hace las veces de hospital sólo tiene dos religiosas y una botica que no tiene medicamentos. Además de estos hechos, dice Burdallo, hay en la misma ciudad un individuo que, de pobre carpintero, pasó a escribano y, al mismo tiempo, a médico y cirujano.
Al referirse a Popayán dice que existen en esa ciudad religiosos que sin otros principios que la lectura de uno u otro libro de la facultad, se ponen a ejercer con tanto descaro la medicina y la cirugía como el mejor profesor.
Dice además, que la situación es igual en otras ciudades del Reino, entre ellas Quito y Santa Fe (14).
Este era el lastimoso panorama de la Ciencia de la Salud en el Nuevo Reino de Granada, el cual no debería de variar mucho para el Tolima ni para Ibagué. Más si tenemos en cuenta que ciudades como Calí, Popayán y Santa Fe, eran, de lejos, para la época, más importantes que San Bonifacio de Ibagué.
Fechado el 21 de Junio de 1788 en San Bonifacio de Ibagué, encontramos un bando capitular del Virrey Antonio Caballero y Góngora remitiendo al cabildo y a don Francisco de Villanueva teniente Gobernador decano “dinero para la construcción de una casa de hospitalidad a beneficio público y para la curación de los pobres y para que esta jurisdicción no carezca de médicos, botica y más necesario”. (15) Es esta la primera evidencia “institucional” que trata de dar respuesta a la terrible situación sanitaria y de salubridad de las gentes del cantón.
El 30 de Abril de 1790 el Cabildo de San Bonifacio de Ibagué dicta un auto para recolectar fondos para la construcción del hospital antes mencionado. En Mayo del mismo año, se encuentra otro auto, donde se convoca al vecindario del cantón para colaborar en su construcción (16). Al parecer esta obra nunca se llevó a cabo.
Durante 1776 a 1799, según evidencias de archivo, laboró en Ibagué el médico José Sotelo, facultativo educado en España. Es el primer profesional radicado en esta ciudad del que se tiene noticia (17). En 1784 llegó a Honda el médico Sebastián Prat y Gual, después de haber ejercido en Popayán, Ibagué, Mariquita y Cartago (18). Por los años 1788 estuvo en Ibagué y luego en Mariquita Francisco Javier Matis, médico que estudiaba la planta conocida como guaco (Mikania guaco H.B.K.) que tenía la reputación de evitar la mordedura de serpiente y de ser antídoto del veneno ofídico (19).
El 18 de Junio de 1805, la Junta de Sanidad del Cantón de Ibagué, diseña una campaña de vacunación contra la fiebre amarilla o vómito negro, con la aplicación del fluido para vacunación “brazo a brazo”. En el documento de la Junta dice: “Por no haber médico cirujano de profesión en el Cantón”(20) lo que habla de la orfandad médica de la ciudad por aquellas calendas.
La concepción en boga sobre el origen de las enfermedades, como contravención a órdenes celestiales y políticas, y de acuerdo a ello, las medidas conducentes a su recuperación, se pueden ver en el siguiente auto del señor Francisco Ruiz, alcalde ordinario primero y Miguel Zetina, regidor alcalde ordinario segundo, por depósito de la vara del cantón de San Bonifacio de Ibagué: “A todos los estantes y habitantes de esta ciudad hacemos saber que teniendo en consideración ser una de las primeras obligaciones la conservación del buen orden y el celo recomendado por las leyes de policía y que la falta de este trae graves perjuicios a la salud pública, porque el desaseo ocasionando la putrefacción y corrupción del viento trae preparadas las enfermedades del país; y en cumplimiento y ejecución del Bando de Policía de Gobierno de la Provincia, el 20 de Diciembre de 1823 hemos acordado el siguiente auto y por él ordenamos y mandamos:
1. Todos los vecinos asistirán a la misa y procesión de los Domingos de Minerva con la decencia posible y la contraventura de este artículo, no teniendo excusa legítima, sufrirá la multa de una libra de cera aplicada a la cofradía.
2. Del mismo modo y bajo la pena del anterior, concurrirán todos los residentes en el lugar cuando se haga la señal de salir con el Beatico a visitar algún enfermo…” (21).
La misa, la conservación del buen orden, el acatamiento a la ley y la marcha colectiva en procesión se constituían en las medidas preventivas y de salud pública, más eficaces de la época.

LA REPÚBLICA.
En Octubre de 1839 encontramos instalado en Ibagué, según consta en los certificados médicos que expidió, el Doctor Nazario Ortiz profesor de Medicina y miembro de la Universidad Central de Bogotá (23).
En 1869, mediante el acuerdo número 4 del 22 de Abril, el municipio cede gratuitamente a la sociedad de San Vicente de Paúl, un lote en Santa Librada (actualmente calle 15 con carrera 3). Por escritura pública número 174 se adquiere el solar donde se construirá la primera casa que servirá como Hospital de Ibagué (24).
En 1889 una Junta de Beneficencia integrada por Dolores Plata de Restrepo, Casimira Iriarte de Roche, Elisa Esponda de García, Fermín Rocha Castilla, Clemente Maz y David Orjuela, con bazares y donativos recolectaron fondos para la primera casa en que funcionó el Hospital San Rafael de Ibagué (25).
Durante la guerra de los mil días, la casa donde funcionaba el hospital San Rafael, única medida asistencial en ese entonces, fue destinada a cuartel de tropas. Después a Hospital de Sangre (26).
En 1903, un año después de su posesión como primer obispo de Ibagué, Monseñor Perdomo ordena a las hermanas de la Presentación hacerse cargo del Hospital San Rafael en reemplazo de la sociedad de San Vicente de Paul (27).
En 1917 el 23 de Octubre, el basurero localizado en la carrera 1ª. Entre calles 12 y 13, lote infecto, surcado por canales de aguas negras, es pedido por Monseñor Perdomo, para la construcción de un asilo de ancianos. El jerarca eclesiástico encargó al sacerdote Antonio Hartmann del asunto.
En 1918, el Hospital San Rafael se trasladó a este sitio (28).
El 23 de Julio de 1919, asignada por el entonces Presidente de la República, Doctor Marco Fidel Suarez y por su ministro de Gobierno, Doctor Marcelino Arango, se expide la resolución ejecutiva reconociendo la Personería Jurídica del Hospital San Rafael de Ibagué (29).
El 30 de Marzo de 1924 mediante escritura número 199 de la Notaría 2ª de Ibagué, Monseñor Perdomo y los presbíteros Jesús Enrique Calvo, Manuel Suarez Saavedra, José Ignacio López y Teófilo Vera, ceden al Hospital San Rafael el lote de terreno denominado “La manga de los Curas” ubicado entre las calles 19 y 20 y las carreras 3ª y 4ª lote que después entrara en litigio, muchos años después, con el municipio (30).
En 1929 el Municipio y el Departamento mediante acuerdo y ordenanza, ceden a la diócesis de Ibagué los derechos del lote y mejoras del Asilo de Mendigos del Hospital San Rafael. Esto se protocolizó el 11 de Enero de 1929 por escritura número 34 de la Notaría 2ª de Ibagué (31).
El 8 de Febrero de 1934 se reconoce la personería jurídica del Hospital San Rafael y se protocoliza en la escritura 87 de la Notaría 1ª de Ibagué (32).
El Hospital San Rafael presta en atención al público hasta los años 70, época por la que desaparece.

ESTRUCTURA LEGAL DE LA SALUD EN EL TOLIMA HASTA LA DÉCADA DE LOS 90
La fisonomía legal del sector salud se inicia en 1886, en la constitución de ese año, cuando se considera a la salud como un derecho de cada ciudadano y una obligación del Estado (33).
El artículo 19 de la Constitución, según la reforma de 1936, dice: “La asistencia pública es función del Estado. Se deberá prestar a quienes careciendo de medios de subsistencia y de derecho para exigirla a otras personas, están físicamente incapacitadas para trabajar”. El articulo 16 (reformado en su forma por el artículo 9 del acto legislativo No. 1 de 1936) dice: “Las autoridades de la república están instruidas para proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su vida, honra y bienes y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares”(34). Con respecto a esto dice Alberto Vasco:
“Los dos artículos citados, nos permiten captar la aceptación formal de una necesidad de prestar atención social y en particular salud, a toda la población, quedando establecido desde aquella época, el reconocimiento de que en el país existen, grupos diversos de ciudadanos, que tienen, en cuanto a las fuentes de atención en salud, posibilidades reales bien diferentes, situación que sólo por los años 60, fue captada por los técnicos, postulando entonces la división del sector salud en tres subsectores”.
La Constitución habla de quienes carecen de medios y de derecho a exigir, es decir la asistencia pública a la que hoy se llama el sector oficial; quienes por lo tanto, tienen el derecho a exigir a otras personas, pero no tienen los medios, es decir lo que es la seguridad social, por último, los que tienen medios y el derecho, es decir, el llamado sector privado.
Esta distinción entre grupos de ciudadanos, fue subrayada en el capítulo 1 del Decreto 3224/63, separando claramente el concepto de asistencia pública de las otras formas de prestación de servicios de salud, con lo que se limita de hecho, la ayuda del Estado en este campo, a quienes no tienen el derecho ni los medios para brindársela.
Con esta restricción, el mandato constitucional de 1886 y su modificación del año 36, no es implementado mediante leyes al respecto, sino a partir de 1940 aproximadamente, lo que nos está diciendo que la atención médica, no es un derecho reconocido realmente por el Estado y que éste, no da salud como una obligación propia, como se ha querido sustentar en reiterados postulados que se concretan en frases como “La Salud es un derecho”, “El Estado debe dar salud”( 35).
La Ley 33 de 1913 organiza un consejo superior de sanidad a nivel Nacional y crean Juntas Departamentales de higiene (36).
La Junta Central de Higiene es creada en 1914 por la Ley 84 se crea además, el cargo de Director Departamental de Higiene. En 1922 la Ley 99 establece las funciones de la Dirección Nacional de Higiene del Ministerio d Instrucción y Salubridad Pública, modificada luego por la Ley 25 de 1925.
Posteriormente la Ley 56 de 1927, cambia de nombre a este Ministerio denominándolo Ministerio de Educación Nacional, adscribiéndole la Dirección Nacional de Higiene y Asistencia Pública (37).
En 1938, la Ley 96, transfiere las funciones de higiene al Ministerio de Trabajo, Higiene y Previsión Social.
En 1946 aparece por primera vez el concepto de atención médica, como una obligación del Estado, expresada en la creación del Ministerio de Higiene, por la Ley 6 de 1945 y en la Ley 90 de 1946 sobre Seguridad Social (38).
La Ley 90 de 1948 crea el Instituto Colombiano de los Seguros Sociales. El Decreto 4179 de 1949, crea las Secretarías Municipales de Higiene, encargadas de velar por el derecho constitucional a la salud (39).
A mediados de los años cincuenta, el Gobierno Central ordenó la construcción de un Hospital Nacional en Ibagué, en el Barrio Ancón. Allí se edificó un Hospital tipo pabellonal, que fue tomado sin inaugurar, por el Ministerio de Guerra, como cuartel durante la época nefasta de la denominada violencia.
En este sitio alcanzó a funcionar la Gobernación del Coronel Cuellar Velandia (40).
En 1968 la Beneficencia del Tolima compra al municipio de Ibagué un lote de 29.137m2, según consta en la escritura pública número 1950 del 30 de Octubre de ese año, de la Notaria 1ª.
De Ibagué, donde se construirá el Hospital Federico Lleras Acosta. El 16 de Julio se firma el contrato de construcción por el Ministerio de Salud, el Fondo Nacional Hospitalario, el I.C.S.S., la Gobernación y la Beneficencia del Tolima.
El 13 de Noviembre de 1973, el señor presidente, Misael Pastrana Borrero inaugura oficialmente el Hospital Federico Lleras. El Hospital San Francisco de Ibagué, es fundado en 1966 por la liga antituberculosa de Colombia Seccional Tolima. Es construido en lote vendido por el municipio según escritura número 367 del 9 de Mayo de 1966 en la notaría 2ª. Del Circulo de Ibagué.
Actualmente, el Hospital Federico Lleras, es un hospital de referencia Universitario, dotado para atender todo tipo de urgencias y donde confluyen diversos tipos de especialistas para conformar un amplio equipo de trabajo médico, presto a ofrecer la mejor atención a su alcance. Existe en el Federico la Unidad de Cáncer para ayudar a los tolimenses que padezcan tal flagelo. El Hospital San Francisco hace las veces de Hospital local.
NOTAS
1. LERTORA Mendoza, Celina A. Un problema Metodológico de la Ciencia Latinoamericana: Recepción vs
Creación. En “Historia Social de las Ciencias: Sabios, médicos y boticarios. Colciencias. Universidad Nacional. Bogotá 1986 14777-164.
2. TRUJILLO Muñoz, Augusto. Monografía del Municipio de Ibagué DANE y Cámara de Comercio de Ibagué, 1983: 19.
3. SORIANO Lleras, Andrés. La Medicina en el Nuevo Reino de Granada durante la Conquista y la Colonia.
Universidad Nacional. Imprenta Nacional 1966: 63.
4. Archivo Histórico del Tolima (a.h.l.) Contagios de Lepra. Sección Colonia, caja 5, legajo 1, Doc. 10, Folio 55 r.v. 1735.
5. Ibid.
6. Ibid.
7. Ibid.
8. Ibid.
9. QUEVEDO, Emilio y Zaldúa, Amarillys. Antecedentes de las Reformas Médicas del Siglo XVIII y XIX en el Nuevo Reino de Granada: Una polémica entre médicos y cirujanos en “Historia Social de las Ciencias”.
Sabios, médicos y boticarios. Colciencias Universidad Nacional. Bogotá 1986: 65,66.
10. QUEVEDO, Emilio y Colabs. José Celestino Mutis y la Educación Médica en el Nuevo Reino de Granada. En “Ciencia, tecnología y Desarrollo, Vol. 8, No. 1 – 4. Enero – Diciembre 1984. Bogotá: 88.
11. MUTIS, José Celestino. Estado de la Medicina y de la Cirugía en el Nuevo Reino de Granada en el siglo XVIII y medios para remediar su lamentable atraso. Santa Fe, 1801. Biblioteca Nacional. Sección Libros Raros y Curiosos, Man 165, folios 388 - 395.
12. SUSTO, Juan Antonio. El Médico Naturalista Panameño. Doctor Sebastián López Ruiz, Panamá: Imprenta Nacional, 1950.
13. LÓPEZ Ruiz, Sebastián José. Informe contra empíricos y curanderos. Santa Fe 1778. Biblioteca Nacional.
Sección Libros Raros y Curiosos. Man 169. Folios 119 - 127.
14. QUEVEDO, Emilio y Zaldua, Amarillys. Ibid: 71.
15. Archivo Histórico del Tolima. Sección Colonia. Caja 16. Legajo 1. Doc. 21, Folio 113.
16. Ibid.
17. Ibid.
18. SORIANO Lleras, Andrés Ibid: 79.
19. Ibid.
20. Archivo Histórico del Tolima. Libro de Juntas de Vacuna y Sanidad. Sección Colonia. Caja 10. Legajo 10. Doc. Único. 1805 – 1806.
21. Ibid.
22. Ibid.
23. Ibid.
24. Lombo, Marcos, Osorio J. L. Hospital San Rafael. Folleto editado por la Curia de Ibagué. 1972.
25. Ibid.
26. Ibid
27. Ibid
28. Ibid
29. Ibid
30. Ibid
31. Ibid
32. Ibid
33. Constitución Política de Colombia. Artículos 19 y 120. Ordinales 19 y 182, 1886.
34. VASCO Uribe, Alberto. Estado y Enfermedad en Colombia. Universidad de Antioquia, 1988: 60.
35. Ibid.
36. Ibid.
37. Ibid.
38. Bobadilla G., María Nohora y Cols. Estudio sobre la Organización de la Sección de Suministros del Servicio Seccional de Salud del Tolima. Facultad de Administración de Empresas. Universidad del Tolima. Tomo I.Ibagué, 1980: 14.
39. Ibid.40. Ibid.
[1] Aquelarre. Revista semestral del Centro Cultural de la Universidad del Tolima. No1. Edición Enero –Junio 2002, páginas 65-70
[2] Nota del editor: Se refiere tal vez al Virrey Flórez.

Leer también: Odontólogos en Ibagué

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