Los afrancesados

Los afrancesados es un término que alude a los partidarios de las ideas que Francia manejaba en el momento sobre la constitución de un Estado.
En esa instancia histórica precisa en España, Carlos IV era terriblemente impopular y su mano derecha, el famoso Manuel Godoy tan solo se enriquecía a costa del poder, en tanto el pérfido Fernando (Fernando VII) conspiraba [1]contra Godoy.

Francisco Antonio Zea se sintió inclinado por el partido de los afrancesados que agrupaba a la avanzada del liberalismo europeo, surgido al paso de las huestes de Napoleón por las naciones del continente. Zea se identificaba con estos ideales que a la larga veía identificados con los anhelos de libertad e independencia para la Nueva Granada. Estos eran los postulados ideológicos que defendía desde “El Mercurio”, haciendo prensa política e involucrándose de lleno en las aspiraciones democráticas de este partido progresista español.

Mientras tanto Carlos IV descubría la conspiración que urdía su propio hijo Fernando contra su realeza, pero a pesar de ser atrapado in fraganti, se le perdona si delata a sus compinches, cosa que hace raudo, de tal manera que estos cortesanos conspiradores son encarcelados. A este caso se le llamó la conjura de El Escorial. Los detenidos fueron absueltos por los jueces grandes de Castilla, pero el rey Carlos IV los condenó al destierro de España y a perder sus dignidades y empleos oficiales.
En otra latitud, el amo de Europa, Napoleón Bonaparte recibe sendas cartas tanto de Carlos IV como de Fernando VII sobre sus respectivas políticas y actuaciones, como pidiendo aval para ellas, circunstancia que aprovechará El Emperador para incluir a España dentro de sus conquistas. La fórmula jurídica se la habría de dar el príncipe Talleyrand, quien exhumó de los antiguos archivos reales franceses este principio, sobre una herencia más que hipotética: “Desde Luis XIV la corona de España pertenece a la dinastía reinante en Francia”. Luego Napoleón hace venir al embajador español, príncipe de Masserano donde escucha de viva voz los sucesos de El Escorial y se declara indignado por la osadía de Fernando. Masserano informa a Madrid de la entrevista y a sus amigos más íntimos manifiesta su temor por las posibles intenciones de Napoleón contra la dinastía reinante. Godoy recelaba también empezó a urdir el plan de sacar a los monarcas hacia sus dominios en América, en tanto él convocaba a la resistencia.
Pero Napoleón no perdía tiempo e hizo establecer en Bayona un campo de concentración militar, capaz de alojar a veinte mil soldados destinados a invadir Portugal, con el objeto de batir y arrojar de aquel Reino a los soldados Británicos. Lo extraño era que las columnas fueron dirigidas sobre las fronteras españolas, penetraron en la plaza de Pamplona y se apropiaron de la fortaleza de Montjuich, que defiende el puerto de Barcelona. Murat es nombrado Lugarteniente del Emperador de los franceses en España y el arrogante mariscal se dirige a Madrid para desempeñar su misión.
La familia real se hallaba en la villa de Aranjuez (1808). Enterados los fernandinos del plan de sacar a la familia real hacia sus dominios de ultramar se propusieron impedirlo. Y efectivamente capturan a la familia real y a Godoy [2]con ellos.
Los amotinados proclamaron a Fernando VII como Rey y este de inmediato escogió como Presidente del consejo de ministros a Juan Escóiquiz y a sus demás secuaces para cargos de poder e influencia. El primer decreto que firma el nuevo rey es la confiscación de los bienes de Godoy.
Muy el 23 de marzo de 1808 el mariscal Murat ingresaba a Madrid por la puerta de Alcalá; al día siguiente Fernando y su corte también lo hizo. Napoleón cita a Godoy dizque para los preliminares que solucionaran la disputa real entre Carlos IV y Fernando VII. Del mismo modo por intermedio del general Savary, duque de Rovigo urdió la manera de llevar a Fernando también hasta Bayona; pero también Murat participaba de esta trama convenciendo a Carlos IV de su conveniencia de estar también en Bayona dado que Napoleón lo “reconocía a él como soberano”.
El 14 de abril (jueves de pasión) de 1808 Napoleón llegaba a Bayona. Primeramente desconoció la soberanía de Fernando VII en tanto viviera su padre[3].
El emperador, enterado de los motines de Madrid, destrona entonces a Carlos IV, desterrándolo a él y a su esposa al castillo de Compiegne; así mismo confinó a Fernando VII y a sus cortesanos en el palacio de Valencay.

Francisco Antonio Zea había sido elegido para conformar la Junta de Notables y viajó también a Bayona, observando en primera fila todo el trámite que “tumbó” al rey y a su hijo.
José Bonaparte es designado como Rey de la península. Aún en Bayona convoca a la Junta de notables peninsulares y americanos de las colonias hispánicas para elaborar conjuntamente una carta constitucional. Uno de sus postulados era que las colonias ultramarinas de España tuvieran iguales libertades y derechos que los de la metrópoli[4]. Don Francisco Antonio Zea representaba a Guatemala, Ignacio Sánchez de Tejada iba designado por Santa Fe, José Ipólito Odoardo y gran Pré, por Venezuela. Zea fue elegido como el representante de los americanos para dirigirse al rey José Bonaparte en la audiencia que se les concedió el 7 de julio de 1808, y, no sobra decir que se expresó elogiosamente respecto al nuevo mandato, así la mayoría de colonos de España en America sugieran siendo leales a Carlos IV, soterradamente.
Francisco Antonio Zea fue nombrado Director General del Ministerio del Interior y luego fue promovido a la Prefectura de la ciudad de Málaga. Allí Zea administró como todo un progresista que era, hasta cuando el pueblo no soportó más los desmanes del régimen de Bonaparte en su País, recibiendo para ello respaldo inglés, cayendo el régimen de José Bonaparte, en el estío de 1813. [5]
Ver también: Zea y el jardín Botánico, Fernando VII y la marcha a Francia
[1] En la misma estaban comprometidos entre otros: Juan Escóiquiz, canónigo y ayo del Príncipe de Asturias; el Duque del Infantado; el de San Carlos; el Conde de Orgaz; el Marqués de Ayerbe, etc.
[2] Su noche de pasión al lado de la bella Pepita Tudó le habría de hacer agridulce su recuerdo por los hechos violentos que se desataron.
[3] Mientras esto sucedía en Bayona, en Madrid los españoles se insurreccionaban contra los invasores. El 2 de mayo de 1808 el pueblo tomó armas y pertrechos y se enfrentó a los franceses, venciendo estos y ejecutando una carnicería gigantesca.
[4] En 1809 Napoleón declararía que “no se opondría a la independencia de los pueblos de América, pues esa independencia estaba en el orden necesario de los sucesos”.
[5] Bibliografía consultada:
Botero Saldarriaga Roberto. Francisco Antonio Zea, Tomo I. biblioteca banco popular volumen 2, Editorial Kelly, Bogotá 1969.

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